Ankara ha incumplido diferentes términos del convenio y a cambio usa con frecuencia a los y las migrantes al enviarlos a las fronteras comunitarias como una estrategia de presión cuya narrativa es: “entre estas poblaciones pueden ir terroristas” o simplemente explota el miedo y la ignorancia de la ciudadanía.
El objetivo es claramente aumentar los recursos recibidos o lograr algo que está cercano a la utopía: su ingreso a la Unión Europea.
El caso marroquí tiene las mismas características pues es valorado como una zona estratégica en las políticas de seguridad de la Europa de los 27. Uno de los momentos más delicados lo ubicamos en 2021, cuando el presidente del Frente Polisario Brahim Galhi es atendido en España y, como represalia, Marruecos permite el paso de cerca de 8,000 migrantes por Ceuta, como una forma de represalia.
La respuesta de Bruselas es la elaboración de un paquete de cerca de 500 millones de euros para que este país gestione sus fronteras durante 2022.
El tercer caso es Bielorrusia. Meses antes del inicio de la invasión rusa a Ucrania, el régimen del presidente bielorruso Alexander Lukashenko dispuso de viajes fletados para colocar a miles de migrantes en las fronteras de Polonia, en una acción interpretada por muchos analistas como un prolegómeno a las hostilidades de Putin.