Para mantener este espejismo, Putin contaba con la conclusión rápida y brutal de la guerra: tomar la capital ucraniana en un ataque que duraría sólo unos días, decapitar al régimen de Zelensky y cantar victoria.
Lo que ocurrió, como todos sabemos, fue muy distinto.
De aquello ha pasado un semestre y la “operación especial” de Putin se ha complicado gravemente.
Ayer, el presidente ruso dio un paso que no hubiera dado a menos de que sintiera cercana la amenaza de una derrota contundente. Contra sus intenciones originales de reducir al máximo el descontento por los costos de una guerra salvaje entre la sociedad rusa, Putin anunció una movilización parcial de 300,000 reservistas, además de poner sobre aviso a la población masculina del país.
Está por verse si la decisión lo acerca a un triunfo en su injusta guerra contra un país soberano e independiente como es Ucrania. Pero lo que es un hecho es que la explosión de la guerra y el final de los eufemismos ridículos como aquello de la “operación especial” debilitarán la posición de Putin dentro de Rusia, aunque se trate de una sociedad manipulada por la propaganda cotidiana y descarada.
La declaración de Putin también debería servir para acabar de una vez por todas con el mito de la Rusia víctima, que comenzó la guerra solo en defensa propia. La realidad es otra y está clara.