“Prometo que no vuelve a pasar”
Lo mejor sería la distancia y criar a las y los hijos en soledad. Sin embargo, el mero planteamiento actualiza el peor infierno imaginable.
“Si me dejas, olvídate de los niños”
Las marcas físicas y emocionales del sufrimiento cotidiano son profundas, pero no tienen comparación con el dolor de una separación involuntaria de las y los niños, o peor aún, de saberlos en un peligro todavía más apremiante.
“No me importa. Que a mí me haga y diga lo que quiera, pero con mis hijos e hijas que no se meta. Por ellos aguanto lo que sea…”
Cuando abordamos el problema de la violencia hacia las mujeres en nuestro país, solemos hacer referencia al lamentable fenómeno de acoso sexual, desapariciones en las calles y feminicidios. Sin embargo, hay una problemática que es igualmente importante nombrar y afrontar: la violencia vicaria.
La feminista Sonia Vaccaro denomina a este fenómeno como “[…] toda aquella violencia que se ejerce sobre los hijos para herir a la mujer. Es una violencia secundaria a la víctima principal, que es la mujer. Es a la mujer a la que se quiere dañar y el daño se hace a través de terceros, por interpósita persona.”
Las madres mexicanas que sufren violencia vicaria tienen una doble vulnerabilidad: ser mujeres y ser madres.
Quien tiene el poder económico, político y social de su lado, se encuentra con mayor facilidad de manipular estratégicamente: a la mujer, a los hijos, a las familias, a las escuelas, a los abogados, a los jueces. En suma, los violentadores son pilar, producto y beneficiarios del sistema y del pacto patriarcal. Esta complicidad entre los padres vicarios y el sistema bien puede venir de la corrupción, bien desde los estereotipos, bien de la violencia sistémica en contra de las mujeres.
“Si hablas en el juicio en favor de tu madre, no me van a dejar verte y si no te veo, cómo te voy a seguir ayudando y sacando adelante.”
La desigualdad estructural que sufren las mujeres en estos contextos las somete a condiciones de desventaja que son injustas para ellas, pero también para quienes son utilizados desde la manipulación. Las víctimas secundarias, las y los hijos, lo sufren en silencio. Los violentadores son sus padres y su chantaje cobra resultados en todos los niveles de conciencia, en la mayoría de los casos, durante toda la vida.
La codependencia emocional hacia el agresor, los fantasmas de los vínculos pasados y la inseguridad propia de toda víctima hacen una amalgama perfecta para cerrar el círculo vicioso.
“Tal vez sí deban estar con él”;
“En efecto, no tengo cómo mantenerles”;
“Entre los dos les estamos arruinando la vida… alguien tiene que ceder”
La violencia vicaria afecta los derechos, la dignidad y la integridad de mujeres, niños, niñas y adolescentes y, por tanto, requiere de la intervención urgente del Estado.