Si bien hemos incursionado significativamente al mercado laboral, los hombres no se han incorporado al mismo ritmo y en los mismos números a las esferas tradicionalmente concebidas como femeninas, es decir, a los hogares (Rubio Marín). Se ha señalado -y con justa razón- que éste es uno de los principales obstáculos para conseguir una verdadera igualdad de género.
Por ello, debemos propugnar por una distribución equitativa del tiempo y energía que se destinan al trabajo en las familias, pero también institucionalmente se tienen que proveer los mecanismos necesarios para erradicar los estereotipos de género, para desdibujar la división sexual de las tareas. Esto es, necesitamos mejores políticas de conciliación laboral y profesional dirigidas para todas las personas empleadas, sin distinción de género: mejora de las licencias de paternidad, esquemas de trabajo a distancia, apoyo a una crianza compartida, etc.
Debemos dejar atrás el mito de las Súper Mujeres. Si lo logramos, estaremos más cerca de la igualdad de género y de la plenitud de todas y todos. Estaremos entonces en una sociedad que permita que sus integrantes alcancemos nuestro máximo potencial individual y, en consecuencia, brillaremos más como comunidad.
Dejemos la fantasía de la mujer maravilla en la magia de los cuentos infantiles.
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Nota del editor:
La autora es secretaria general de la presidencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.