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#ColumnaInvitada | De Sirenas, Unicornios y Súper Mujeres

Con la incursión en el mercado laboral, otra de las versión que surgió de la mujer fue la “Súper Mujer”, definida como “aquella mujer que puede tenerlo todo, sólo si puede hacerlo todo ella sola”.
lun 04 julio 2022 06:00 AM
Claves para el equilibrio profesional en el contexto de la Gran Renuncia
La exigencia a las mujeres en la actualidad va a una idealización de la Súper Mujer que tiene más presiones que antes.

Las niñas y los niños, antes de los siete años, viven un mundo entre la realidad y la fantasía. Los especialistas aseguran que la “confusión” se debe a que neurológicamente están desarrollando sus habilidades motoras y sociales. La transición es el camino idóneo para que incursionen poco a poco en el mundo de la realidad, para el cual no están preparados, de entrada.

Como madre de una bebé y una niña en edad de preescolar, la fantasía es parte de mis días. Me encanta que mi hija mayor afirme que los personajes de la televisión y de los cuentos son sus amigos, que le prestan sus superpoderes y que si algún día se los encuentra, la van a reconocer. Así, vivo entre unicornios, sirenas, hadas y brujas.

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Desafortunadamente, un personaje que no se quedó en los cuentos es la Súper Mujer. Ella nos acompaña hasta la adultez y permanece como un ideal inalcanzable.

Las mujeres siempre hemos estado sujetas a estándares imposibles o repletos de fantasía. Ya lo decía Rosario Castellanos: “la mujer ha sido, más que un fenómeno de la naturaleza, más que un componente de la sociedad, más que una criatura humana, un mito”.

Con la incursión en el mercado laboral, otra de las versiones mitológicas de la mujer que surgió fue la “Súper Mujer”, que puede ser definida como “aquella mujer que puede tenerlo todo, sólo si puede hacerlo todo ella sola” (Goodwin). Actualmente, podríamos decir que una “Súper Mujer” más o menos se ve como aquella que triunfa de manera avasalladora en su carrera profesional, está involucrada al 100% en las actividades de sus hijos o hijas, está pendiente de todos los asuntos de su familia, es una hija atenta, se viste “a la moda”, continúa con su formación académica, se mantiene sexualmente activa y atractiva para su pareja, se ejercita y alimenta de manera saludable, tiene convivencia social, hobbies y ejerce el autocuidado. Sin embargo, no nada más se trata de hacerlo todo, sino de hacerlo “bien y de buenas”. El listado completo suena agotador, imposible; lo es.

¿Esto una aspiración válida o es una trampa? ¿Trampa de quién y para qué? Y mi favorita sería: ¿Queremos las mujeres ser mujeres maravilla?

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El feminismo, de manera muy simple, surge de la toma de conciencia de las de mujeres sobre su situación de desventaja en el mundo. Su trabajo –en el hogar y fuera de él– ha sido el máximo pilar para sustentar un sistema que fue creado por y para los hombres.

A las mujeres se nos exige cumplir con expectativas ajenas para encajar en un mundo masculino. Sólo a nosotras, porque los hombres siempre fueron merecedores y dignos de todo.

En el ámbito del trabajo remunerado se maneja un doble estándar: una mujer tiene que demostrar ser agresiva, eficiente, comprometida e implacable; al mismo tiempo, tiene que adherirse a una concepción hegemónica de “feminidad”. Ser líder, sin ser mandona.

En el ámbito privado todavía persiste la noción errónea de que las mujeres tenemos que asumir en mayor proporción el trabajo doméstico y de cuidados porque supuestamente somos mejores para ello.

¿Quién sería capaz de lograrlo todo esto? La respuesta es clara: las Súper Mujeres.

Como sabemos, esto se traduce en dobles y hasta triples jornadas que conducen al burnout, que menoscaban nuestras posibilidades de desarrollo personal, profesional y, sobre todo, nuestro bienestar.

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Si bien hemos incursionado significativamente al mercado laboral, los hombres no se han incorporado al mismo ritmo y en los mismos números a las esferas tradicionalmente concebidas como femeninas, es decir, a los hogares (Rubio Marín). Se ha señalado -y con justa razón- que éste es uno de los principales obstáculos para conseguir una verdadera igualdad de género.

Por ello, debemos propugnar por una distribución equitativa del tiempo y energía que se destinan al trabajo en las familias, pero también institucionalmente se tienen que proveer los mecanismos necesarios para erradicar los estereotipos de género, para desdibujar la división sexual de las tareas. Esto es, necesitamos mejores políticas de conciliación laboral y profesional dirigidas para todas las personas empleadas, sin distinción de género: mejora de las licencias de paternidad, esquemas de trabajo a distancia, apoyo a una crianza compartida, etc.

Debemos dejar atrás el mito de las Súper Mujeres. Si lo logramos, estaremos más cerca de la igualdad de género y de la plenitud de todas y todos. Estaremos entonces en una sociedad que permita que sus integrantes alcancemos nuestro máximo potencial individual y, en consecuencia, brillaremos más como comunidad.

Dejemos la fantasía de la mujer maravilla en la magia de los cuentos infantiles.

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Nota del editor:

La autora es secretaria general de la presidencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

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