Desafortunadamente, un personaje que no se quedó en los cuentos es la Súper Mujer. Ella nos acompaña hasta la adultez y permanece como un ideal inalcanzable.
Las mujeres siempre hemos estado sujetas a estándares imposibles o repletos de fantasía. Ya lo decía Rosario Castellanos: “la mujer ha sido, más que un fenómeno de la naturaleza, más que un componente de la sociedad, más que una criatura humana, un mito”.
Con la incursión en el mercado laboral, otra de las versiones mitológicas de la mujer que surgió fue la “Súper Mujer”, que puede ser definida como “aquella mujer que puede tenerlo todo, sólo si puede hacerlo todo ella sola” (Goodwin). Actualmente, podríamos decir que una “Súper Mujer” más o menos se ve como aquella que triunfa de manera avasalladora en su carrera profesional, está involucrada al 100% en las actividades de sus hijos o hijas, está pendiente de todos los asuntos de su familia, es una hija atenta, se viste “a la moda”, continúa con su formación académica, se mantiene sexualmente activa y atractiva para su pareja, se ejercita y alimenta de manera saludable, tiene convivencia social, hobbies y ejerce el autocuidado. Sin embargo, no nada más se trata de hacerlo todo, sino de hacerlo “bien y de buenas”. El listado completo suena agotador, imposible; lo es.
¿Esto una aspiración válida o es una trampa? ¿Trampa de quién y para qué? Y mi favorita sería: ¿Queremos las mujeres ser mujeres maravilla?