En temas económicos al haber destruido la confianza y certidumbre en nuestra nación, el consecuente escenario es que se viene encima una precariedad en crecimiento e inversión. Por tal motivo no tenemos generación de nuevos proyectos, no hay empleos crecientes, y por el contrario se deteriora cada vez más el clima de negocios para crecer.
El despilfarro del presupuesto en la puesta en marcha de obras y proyectos sin sustento económico o programas de viabilidad ha generado una situación de vulnerabilidad incremental en las finanzas públicas. Los daños que estas pésimas decisiones han generado se resienten ya, pero lo más triste es que no se repararán en décadas por lo que implica su sostenimiento e incluso el solo costo de operación. Una hipoteca muy pesada para el país.
Por lo que hace a la seguridad la situación no podría ser peor. La gravedad de las cifras es alarmante. En este sexenio ya se rebasó el número de víctimas de todo el sexenio de Calderón y también del de Peña Nieto. Por si fuera poco, los desaparecidos también crecen, lo que apunta a que la cifra real de muertos pueda ser mucho mayor a la que las autoridades admiten.
Mención especial amerita la situación de la delincuencia organizada. A través de una estrategia fallida, pero además sin ápice de reflexión o enmienda, se ha logrado destruir la contención en el país, las autoridades (aún las militares) languidecen por sus limitaciones y nulidad, y en general existe un creciente dominio por bandas delincuenciales que han aprendido a penetrar las estructuras económicas y territoriales.
Lo anterior implica que los malosos han reemplazado en los hechos a las autoridades, y así abaten a la ciudadanía que se debe quedar callada ante la amenaza y prueba real de ser intimidados por la violencia implacable de dichos grupos.
No menor el tema de la situación con nuestros vecinos del norte. Por primera vez en mucho tiempo se da el caso de que el presidente mexicano se empecine en ofender al ocupante de la Casa Blanca con disparates y arranques como defender a dictadores, no acudir a la Cumbre de las Américas o ahora sugerir eliminar la Estatua de la Libertad. Hacer este tipo de cosas con nuestro principal socio comercial es demencial.
En el caso de la relación con las iglesias, por primera vez en muchas décadas se ha propiciado un enfrentamiento y distanciamiento con dirigentes de las principales religiones, incluyendo la católica y la judía, a quienes el presidente no se ha cansado de ofender y atacar, incluso con referencias históricas adversas y genocidas. Despropósito total.