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#ColumnaInvitada | Algo se rompió

En nuestro país el desorden imperante es mayúsculo. Estamos viendo, en tiempo real, cómo los problemas se multiplican ante la serie de malas decisiones que se han venido tomando una tras otra.
jue 14 julio 2022 06:00 AM
(El presidente Andrés Manuel López Obrador y su homólogo Joe Biden)
Por primera vez en mucho tiempo se da el caso de que el presidente mexicano se empecine en ofender al ocupante de la Casa Blanca, considera Juan Francisco Torres Landa.

Nos tocó vivir en una época complicada en la historia mundial. Estamos viendo cómo temas que ya se sentían superados ahora los estamos volviendo a experimentar. Guerras, crisis económicas, inflación, recesión, violencia, pandemias, etc. La secuela de eventos recientes nos enseña que no hemos aprendido a no cometer los mismos errores. Eso pasa en general en muchos países, pero en el caso de México la situación es aún más grave.

En nuestro país el desorden imperante es mayúsculo. Estamos viendo, en tiempo real, cómo los problemas se multiplican ante la serie de malas decisiones que se han venido tomando una tras otra. El problema es que lo que empezó como una serie de desatinos aparentemente vinculados a simplemente fijar un nuevo derrotero y un manotazo en la mesa, ahora ya es una calamidad con consecuencias sumamente preocupantes.

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En temas económicos al haber destruido la confianza y certidumbre en nuestra nación, el consecuente escenario es que se viene encima una precariedad en crecimiento e inversión. Por tal motivo no tenemos generación de nuevos proyectos, no hay empleos crecientes, y por el contrario se deteriora cada vez más el clima de negocios para crecer.

El despilfarro del presupuesto en la puesta en marcha de obras y proyectos sin sustento económico o programas de viabilidad ha generado una situación de vulnerabilidad incremental en las finanzas públicas. Los daños que estas pésimas decisiones han generado se resienten ya, pero lo más triste es que no se repararán en décadas por lo que implica su sostenimiento e incluso el solo costo de operación. Una hipoteca muy pesada para el país.

Por lo que hace a la seguridad la situación no podría ser peor. La gravedad de las cifras es alarmante. En este sexenio ya se rebasó el número de víctimas de todo el sexenio de Calderón y también del de Peña Nieto. Por si fuera poco, los desaparecidos también crecen, lo que apunta a que la cifra real de muertos pueda ser mucho mayor a la que las autoridades admiten.

Mención especial amerita la situación de la delincuencia organizada. A través de una estrategia fallida, pero además sin ápice de reflexión o enmienda, se ha logrado destruir la contención en el país, las autoridades (aún las militares) languidecen por sus limitaciones y nulidad, y en general existe un creciente dominio por bandas delincuenciales que han aprendido a penetrar las estructuras económicas y territoriales.

Lo anterior implica que los malosos han reemplazado en los hechos a las autoridades, y así abaten a la ciudadanía que se debe quedar callada ante la amenaza y prueba real de ser intimidados por la violencia implacable de dichos grupos.

No menor el tema de la situación con nuestros vecinos del norte. Por primera vez en mucho tiempo se da el caso de que el presidente mexicano se empecine en ofender al ocupante de la Casa Blanca con disparates y arranques como defender a dictadores, no acudir a la Cumbre de las Américas o ahora sugerir eliminar la Estatua de la Libertad. Hacer este tipo de cosas con nuestro principal socio comercial es demencial.

En el caso de la relación con las iglesias, por primera vez en muchas décadas se ha propiciado un enfrentamiento y distanciamiento con dirigentes de las principales religiones, incluyendo la católica y la judía, a quienes el presidente no se ha cansado de ofender y atacar, incluso con referencias históricas adversas y genocidas. Despropósito total.

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Finalmente tenemos que destacar los homicidios de los dos jesuitas y el guía de turistas. Ahí pensamos que cambió la historia del país. En el momento en que la delincuencia, la violencia, la impunidad, la inseguridad, los abusos, y la irregularidad alcanza para que un individuo se atreva a matar a personas dentro de una iglesia, es que ya nadie está a salvo.

Por ello nos atrevemos a decir que todos estos eventos conjuntos generan la sensación de que en el fondo algo realmente se rompió. Las reglas elementales que permiten una sana convivencia y la posibilidad de tener un país con expectativas de mejora, crecimiento, evolución, derechos y libertades, hoy están pendiendo de un hilo. La realidad de las cosas es que si no nos ponemos las pilas como sociedad y ciudadanía, la situación se puede tornar irreversible, o por lo menos con daños generacionales.

Así las cosas, ha llegado el momento de darse cuenta que no hay opción sino hacer todos algo de fondo y pronto en el país. El gobierno actual pretende quedarse por varios sexenios, lo cual implicaría la desolación generalizada y el desorden permanente. Afortunadamente sí tenemos la oportunidad de sentar las bases de un mejor país, programa que habrá de dar sustento al gobierno de coalición que encabece la persona designada entre todos nosotros, que como mexicanos buscamos la unidad máxima hacia los comicios de 2024.

Ahí nos jugamos el resto y podremos finalmente pegar las piezas y colocarlas en una forma que sea atractiva hacia el futuro, justo a donde nos debemos dirigir. No al pasado. Claramente no al mundo de destrucción en que nos quiere llevar el gobierno actual. La misión es una sola: un México incluyente, seguro, parejo, pacífico, sustentable y solvente. Sí se puede armar el rompecabezas. Visítanos en www.fcn.mx

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Notas del editor:

Juan Francisco Torres Landa es miembro del Consejo Directivo de UNE México.

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