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#ColumnaInvitada | Cumbre de las Américas, la ofensiva de la diplomacia mexicana

Al anteponer la participación de todo los países del continente en la Cumbre de las Américas, el gobierno mexicano denunció las prácticas imperialistas que tanto daño le han hecho a la región.
sáb 11 junio 2022 07:00 AM
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El canciller Marcelo Ebrard se presentó en representación del presidente López Obrador.

En el marco de la celebración de la IX Cumbre de las Américas, albergada esta semana en Los Ángeles, valdrá la pena recordar que este foro fue concebido únicamente para promover y consolidar los intereses de Estados Unidos en el continente. Este es el argumento del cual basa su cruzada el presidente López Obrador, en un mundo cada vez más multipolar, la visión arcaica de cumbres internacionales creadas para servir únicamente los intereses de los países ricos han quedado en el pasado.

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Una de las tareas pendientes del gobierno mexicano es reformar nuestra arquitectura hemisférica, donde cada país pueda contar con el mismo peso que sus homólogos para ser escuchados de la misma manera. Al anteponer la participación de todo los países del continente, el gobierno mexicano denuncia las prácticas imperialistas que tanto daño le han hecho a la región, que han politizado nuestros organismos supranacionales y que entorpecen la búsqueda de consensos que puedan transformar la vida de millones de personas.

La Cumbre de las Américas debe ser el camino para la integración de nuestro continente, si no podemos alcanzar esta meta, es momento de plantearnos la necesidad de crear nuevos foros que cumplan con este objetivo.

Es evidente que existen carencias democráticas en la región, sin embargo, la Cumbre de las Américas es un foro que no requiere como prerrequisito ser una democracia, en ese contexto existen otros mecanismos como la OEA, donde se puede construir a partir de la heterogeneidad ideológica. Tomemos como ejemplo la cumbre de la CELAC albergada por México en 2021, donde la fragmentación ideológica de la región quedó vislumbrada ante los ojos del mundo, siendo denunciadas en el mismo foro las violaciones de DD. HH. de distintos países, dejando claro la importancia de invitar a todos los miembros, para que sea el escrutinio internacional quien denuncié sus abusos.

Al excluir a un país, únicamente se fomenta el aislacionismo y el daño a la población civil, evidenciando que las políticas de la guerra fría han fracasado, exigiéndonos nuevos enfoques para erradicar los males que azotan la región.

El anuncio de la ausencia del presidente López Obrador representa la consecuencia de sus ideales, de la recuperación de nuestro liderazgo regional que habíamos perdido durante décadas. Basando nuestro actuar siempre en nuestros principios, tradiciones y en nuestras doctrinas de política exterior, mismas que en 1962 nos posicionaron en ser 1 de los 2 países de todo el continente, junto con Canadá, en oponerse a la expulsión de Cuba de la OEA, en 1998 a solicitar su reincorporación, y que al día de hoy nos posicionan como mediador entre 2 regiones, buscando siempre construir puentes donde existen muros.

El presidente López Obrador evoca a la dignidad histórica que nos une con nuestros hermanos latinoamericanos, entendiendo que siempre debe prevalecer el diálogo y la igualdad entre las naciones.

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Quienes minimizan la ausencia del presidente no entienden lo relevante que llega a ser su postura, el mandatario mexicano representa los intereses de toda Latinoamérica. Desde el inicio de su mandato en 2018, se ha consolidado como el líder político, ideológico y portavoz de los intereses de toda la región de cara al mundo. Así lo miran sus homólogos latinoamericanos, así lo ha entendido el presidente Biden. Sin su presencia, la cumbre carece de importancia.

La ausencia de distintos mandatarios de América Latina refleja un gobierno estadounidense débil y un presidente profundamente deteriorado, permitiendo un vació de poder en la región que está siendo ocupado por opositores del presidente Biden dentro y fuera de sus fronteras. Tanto Juan González, Director para el Hemisferio Occidental, como el Secretario de Estado, Anthony Blinken, han mostrado una enorme incapacidad a la hora de implementar una eficaz política exterior para la región. Ya sea contradiciéndose a la hora de reconocer a un gobierno no electo en las urnas en Venezuela, al tiempo que entabla acuerdos energéticos con el gobierno que desconoce por ser una dictadura, o a la hora de relajar ciertas sanciones al gobierno de La Habana, pero no invitándole a participar en la cumbre más importante a nivel continental.

Biden fundamentó la reconciliación de Estados Unidos con el mundo a partir de una nueva relación con el continente. Sin embargo, el contexto político, económico y social que vive Estados Unidos ha sumergido al presidente en un momento de profunda debilidad frente al continente. Es aquí donde radica la importancia de esta cumbre para la Casa Blanca. Una coyuntura que ha sabido interpretar de manera excepcional la Dirección para América del Norte de la cancillería, encabezada por Roberto Velasco, así como el mismo Canciller Ebrard.

La diplomacia mexicana ha conseguido posicionarse frente a una oportunidad histórica, sentar un precedente al derrocar la preeminencia continental de Estados Unidos. Una ofensiva que antes parecía impensable, que no solo consolidaría por décadas el liderazgo mexicano en todo el hemisferio, sino que significaría enterrar 200 años de agravios que han caracterizado a la relación de América Latina con Estados Unidos, para dar paso a un verdadero panamericanismo que dé voz a todos los pueblos del continente.

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Nota del editor: Manolo Préstamo es investigador migratorio y analista internacional. Síguelo en Twitter y/o en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

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