Sin embargo, más allá de los debates, los datos son dramáticos. Anualmente mueren más de 40,000 personas por armas de fuego en Estados Unidos; sólo entre enero y mayo de este año han fallecido en este país más de 17,000 personas por estas razones, incluyendo 650 menores. Texas, considerado uno de los estados con regulaciones más débiles para la venta y posesión de armas, registra más de 3,600 muertes por disparos de armas de fuego. En el caso específico de menores, las armas provocaron en 2021 más de 1,500 menores fallecidos y más de 4,000 resultaron heridos; hasta lo que va de 2022, cerca de 650 menores han muerto en estas circunstancias. Pero hay un añadido que aumenta la vulnerabilidad de los ciudadanos estadounidenses: en 2020 se vendieron más de 23 millones de armas en este país y en lo que va de 2021 cerca de 20 millones. En resumen, este país tiene más armas que personas.
Con estos datos, parecería que no es complejo llegar a la conclusión de que es necesario un debate amplio sobre la necesidad de generar nuevas regulaciones en la venta, posesión y uso de armas en este país. Sin embargo, este hecho incuestionable choca de frente con varios asuntos:
1) El poder político y económico de la Asociación Nacional del Rifle. Su presencia no se manifiesta sólo como actor político que financia campañas del Partido Republicano. Es posiblemente el gran promotor de la narrativa histórica que atribuye a las armas la representación de un derecho, supuestamente enmarcado en la Segunda Enmienda. En la sentencia United States vs Miller (1939) la Suprema Corte determinó que la Segunda Enmienda permitía el derecho a la portación y tenencia de armas para uso militar; por tanto, protegía este derecho para uso en la milicia, pero posteriores interpretaciones fueron modificando la idea original hasta ubicarla en el espacio de los derechos individuales, es decir, la prerrogativa de poseer armas como derecho particular. Aquí ciertamente aparece tal prerrogativa como fuente de poder de grupos específicos. Por ello, modificar las normas relativas a las armas pasa necesariamente por restar poder a esta asociación en el ámbito legislativo y como poder de lobby, además de declinar su papel como financiador de campañas políticas. Todo un reto para el sistema político de este país.
2) La producción de armas en la economía de Estados Unidos. Esta industria está valorada en cerca de 20,000 millones de dólares; sólo en 2020 se produjeron 5.5 millones de pistolas (destacando las Glock), lo que constituye casi el 50% de la producción nacional de armas; en cuanto a rifles, anualmente se fabrican casi 2.8 millones. Por ello, una industria de este calibre, que dota de millones de empleos y aporta cifras muy importantes a la economía, requiere de alternativas para evitar una crisis.
3) La cultura o narrativa de la seguridad. Para millones de ciudadanos de este país, existe una correlación muy cercana entre su seguridad y la posesión de armas. Acometer el reto de enfrentar a la industria de las armas supone generar estrategias educativas para reorientar a las próximas generaciones sobre esta idea tan arraigada. Este tipo de estrategias darían sus frutos en plazos muy largos.