Apenas el día martes vivimos todas las crisis ambientales posibles. Calor extremo a 42 grados, alerta de mala calidad del aire, congestión vehicular, escasez de árboles y áreas verdes, crisis hídrica y energética. Un día Mad Max.
Ante esto, no podemos quedarnos de brazos cruzados. Ya no es solo la evidencia científica la que nos exige acción, es la realidad. El mundo ha registrado un aumento récord de temperaturas, sequías y crisis hídricas; impactos en producciones agrícolas y, por ende, en la cadena de abasto; olas migratorias de comunidades enteras que buscan oportunidades y una mejor calidad de vida.
En Monterrey, la gente ha tenido que soportar una mala calidad del aire, incontables desastres naturales y un 2021 registrado como el año más caliente según la CONAGUA, con un aumento en la temperatura de 1.4 grados sobre la media mundial.
Un Plan de Acción Climática Metropolitano alineado con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU es lo que necesitamos, porque las cifras son graves, pero lo son más cuando queda al descubierto que en ellas, también, hay desigualdad. La peor parte de las crisis que estamos viviendo se las lleva la población más vulnerable, por su edad, género o condición económica. Quien no tiene agua en Monterrey es la gente más pobre. Y eso es inaceptable.
Pero la gente está cansada de escuchar de programas y planes a futuro, quiere acciones inmediatas, la situación no es para menos. Sin embargo, precisamente es el futuro el que está en juego y de no dar pasos más allá de la inmediatez hará que permanentemente tengamos que vivir en una crisis como esta. Multidimensional y sin vuelta atrás.
Y ese es posiblemente el falso dilema al que se enfrentan los gobiernos locales ante la crisis climática que vivimos, esa comprensión del rol que les toca jugar frente a la emergencia, una que ya llegó. Es decir, ¿su papel es atender la inmediatez para abastecer agua en pipas, cambiar las luminarias fundidas y tapar los baches de las calles?, ¿o es ejercer liderazgo en la acción climática y articular el cambio desde un sistema sofisticado de planeación y gobernanza metropolitana que trace una ruta de 20 años?
Parece que la realidad y el sentido social de la urgencia te obliga a elegir, y solo dos zonas metropolitanas del país, de 74, están haciendo las dos cosas.
Es un falso dilema porque ante la crisis se requiere abordar las necesidades inmediatas y además ejercer liderazgo climático metropolitano, nacional y global, traducido en acción local de corto, mediano y largo plazo. ¿Difícil? Sí. ¿La estructura administrativa, política y de gobierno del municipio está hecha para hacer las dos cosas? No. Pero estamos obligados a intentarlo, porque se requieren ambas para resolver los problemas de fondo y de futuro, para que nadie se quede atrás.