Claramente la llamada 4T arranca con gran ventaja. No solo cuenta con el Ejecutivo Federal, mayoría simple en el Congreso, y más de la mitad de gubernaturas y Congresos locales. Tienen también al principal activo político de todos: el presidente Andrés Manuel López Obrador.
Desde el ejercicio del poder, López Obrador ha sabido usar el púlpito para mantener a su base de voto duro. Lo demostró con los más de 15 millones de personas que lo respaldaron en el proceso de consulta sobre la revocación de mandato. Ningún partido tiene ese voto duro.
Además, ha sabido usar el poder y sus habilidades de comunicador de masas para debilitar a la oposición, al menos en la narrativa y el discurso público. Ha señalado, ha amedrentado, ha amenazado y ha cooptado con una eficacia que hacía mucho no se veía.
Y ha sabido explotar al máximo sus capacidades de confrontación y polarización. Los mejores ejemplos son precisamente la contrarreforma eléctrica, donde ganó perdiendo, y ahora la contrarreforma electoral, que usará de caballo de batalla para su narrativa antisistema.
Si bien vio mermado su voto en las elecciones intermedias de 2021, el daño no fue tan grande como pudo ser, gracias a la alianza antinatura entre PAN, PRI y PRD. Lo hemos comentado de sobra aquí: de haber ido solos, con acuerdos informales, le habrían quitado la mayoría simple, y el presidente lo sabe.
La llamada 4T, además, lleva delantera en cantidad de posibles suspirantes: Sheinbaum, a quien está desgastando tal vez para descartarla; Ebrard, que anda de gira en mítines como ayer en Hidalgo; Monreal que, aunque no lo quiera AMLO, tiene fuerza y habilidades políticas propias; Adán Augusto, que cada vez tiene más poder político; entre algunas cartas que seguro trae escondidas.
En cambio, en la oposición cada vez más se ve distante la posibilidad de buenos tiradores. Y no solo eso, conforme se va acercando el 2024, los partidos de oposición se ven menos y menos conscientes del escenario actual, y lejos de resolver los problemas que los dejaron en la lona en 2018.
No podemos ni mencionar algunas de las posibles opciones de aspirantes presidenciales de oposición, porque simplemente ningún nombre cuenta ni con la seriedad ni con la fuerza necesarias para dar batalla en la campaña. Eso debería ser una gran alerta para estos partidos.
Peor aún, PAN, PRI y PRD están tan anquilosados que ni siquiera han logrado relegitimarse lo suficiente ante la sociedad como para representar una opción real.
Sus dirigencias siguen en manos de puros personajes impresentables. Que siguen fomentando las divisiones internas y siguen obstaculizando su competitividad. No se fortalecen en lo individual y creen que con la famosa alianza les alcanzará.
El PRI está en manos de Alito, quien es conocido por su obscuro historial de corrupción. Ha crecido a base de traiciones a todo aquel que lo ha ayudado. Y tiene claros intereses personales por encima de cualquier posible interés partidista y, más aún, de país.
No sabe, además, valorar la importancia de los cargos y trabajar por la gente. El ejemplo más claro es que mal estaba en campaña a gobernador de Campeche, cuando ya decía que su aspiración real era presidir al PRI. Incluso renunció a la gubernatura, uno de los cargos populares más importantes, para tomar la presidencia del partido.
El PAN está en manos de Marko. Un resabio de Anaya, quien terminó de destruir lo poco que Calderón había dejado del partido. Con muy poca preparación, nulas ideas y menos visión. Ha mantenido la estrategia de choque interno y marginación de grupos. Y ha privilegiado a los liderazgos locales más cuestionados, conocidos por su corrupción.
Y el PRD, en manos de Zambrano. Nuevamente los Chuchos liderando al partido que se empeñaron en destruir. La corriente de mayor división que profundizó los problemas entre las facciones y que finalmente se hirió de muerte con la salida de AMLO para crear Morena.
Fueron los Chuchos quienes dieron la estocada final al PRD con la negociación y venta a Peña por el vergonzoso Pacto por México, que fue la estrategia para dinamitar a los partidos, en la cual gustosos participaron los Chuchos.
MC pareciera tener un poco más de claridad en su estrategia. Y tal vez cuenta con más posibles aspirantes que PAN, PRI y PRD juntos. Su dirigente, Dante, es uno de los políticos más experimentados del país, pero tan colmilludo como tenebroso.