Hoy, uno de los grandes temas de la economía mundial y nacional en lo que parece ser la época post-Covid 19, es la inflación. Mientras en las postcrisis de los 80 el tema era deuda, en la de los 90 el sistema financiero y en la de los 2000 el sector hipotecario, hoy a todos preocupan las presiones inflacionarias y el debate se centra alrededor de sus varias aristas.
¿Se trata de un choque temporal o de algo más permanente? ¿A quiénes afecta más: ingresos altos, medios o bajos? Los bancos centrales alrededor del mundo están batallando por lograr un balance adecuado entre alzas de tasas de interés para controlar la subida de precios, y que estas acciones no pongan freno a la recuperación y el crecimiento económico en el mundo.
Recordemos que cuando las tasas de interés suben, el financiamiento cuesta más y es más escaso para los individuos y empresas, pero también, los países tienen que pagar más por sus deudas, lo cual es particularmente delicado en un contexto donde la mayoría –México no–, apoyó a la población para que la pandemia fuera más llevadera y por ende, su proporción deuda respecto del PIB es significativamente mayor.
En el contexto de la muy necesaria política pública para reducir desigualdades y permitir la movilidad social, queda claro que la inflación afecta más a quienes menos tienen. No es lo mismo que tu preocupación sea cubrir los elementos de subsistencia (alimentación, transporte, energéticos, salud), que apechugar aumentos en restaurantes o viajes.