De acuerdo con datos del INEGI, el porcentaje de hogares de clase media había venido creciendo sostenidamente y pasado de 42.4 por ciento en el 2010 a 46.7 por ciento en el 2018. Pero justamente en ese año comenzó la tendencia opuesta, de tal manera que en el 2020 ese porcentaje descendió al 42.2 por ciento. El lector perceptivo seguramente notará que ese porcentaje ya es menor que hace diez años.
La razón de este sorprendente deterioro de las condiciones de la clase media mexicana se debe a la aplicación de políticas económicas que no buscan igualar hacia arriba, sino hacia abajo. Así, por ejemplo, en lugar de promover el emprendimiento individual, el desarrollo de las empresas y por consecuencia el trabajo bien remunerado, en la actual adminitración federal se ha decidido entregar dinero en efectivo de forma indiscriminada y sin una diferenciación social estratégica, pues el objetivo pareciera ser mantener en la pobreza a millones de mexicanos, inhibiendo sus búsqueda de la prosperidad individual, dejándolos sin esperanza para mejorar. De igual manera, los constantes ataques al sector empresarial –en la práctica y en el discurso– han inhibido el crecimiento económico, perjudicando en última instancia a la clase media. El ejemplo más conspicuo fue la falta de apoyo por parte del gobierno a pequeñas y medianas empresas, durante la pandemia.
Esta tentativa gubernamental de igualdad distorsionada, por la vía del empobrecimiento colectivo, contradice las promesas de la ilustración y de la economía moderna, cuyo fin es la prosperidad de la humanidad y no su estancamiento. Y la prosperidad individual, cuando es disfrutada por amplios sectores de la población, se traduce en progreso. En ese sentido, no puede disociarse del deseo de "vivir mejor". Es en esta aspiración humana donde radica el talón de Aquiles del gobierno actual, pues tarde o temprano los mexicanos reconocerán que la felicidad no se encuentra en sufrir carencias.