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#ColumnaInvitada | El populismo que viene ante el (posible) fracaso de AMLO

Se ha acusado a López Obrador de populista, pero lo que más debería preocuparnos es el populismo que viene, cuando, en su caso, las expectativas generadas por él no se cumplan.
lun 13 septiembre 2021 05:00 AM
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Antes de las elecciones de 2018 se identificó a López Obrador como un político populista; él afirmó que si ayudar a los pobres era populismo, "que me pongan en la lista".

El fracaso del gobierno de Andrés Manuel López Obrador puede traer consecuencias indeseadas. Su contundente triunfo electoral en 2018 ocultó las enormes dudas que se tenían sobre el proceso de democratización mexicano. El respaldo hacia el candidato ganador fue de tal magnitud que permitió una pausa en torno de la discusión sobre el cauce que sigue la democracia mexicana. Pero a tres años de iniciado el gobierno federal es normal que surjan dudas sobre si habrá tiempo para consolidar las bases de lo que en el discurso se ha denominado una Cuarta Transformación.

Morena es un partido nuevo, pero no moderno. Su fundador es un líder añejo, forjado en el largo y gradual proceso de democratización mexicano. Es un político que conoce los entresijos del régimen político y utiliza sus reglas para ganar y para ejercer el poder. Se propone la transformación, más no el aniquilamiento de las instituciones. Puede debilitar, y lo ha hecho, a algunos sectores del entramado administrativo, pero aspira a fortalecer otros más.

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Se ha acusado a López Obrador de populista, pero lo que más debería preocuparnos es el populismo que viene, cuando, en su caso, las expectativas generadas por él no se cumplan. ¿Qué pasará cuando un outsider de la política gane adeptos diciendo que el gobierno actual, que siguió directrices institucionales, no sirvió para nada? ¿Qué pasará cuando alguna vox invite a buscar alternativas distintas a las institucionales para gobernar?

En un escenario con una oposición nublada, con partidos tradicionales disminuidos y con liderazgos medianos, las respuestas a lo que pide la gente tendrían, entonces, que surgir de otros espacios más allá de los canales habituales. El fracaso de López Obrador es también el fracaso de los mecanismos institucionales de acceso y ejercicio del poder, y es también la entrada a tentaciones populistas. Si la respuesta no estuvo en lo institucional, quizá esté en el discurso de un exacerbado populismo en el futuro.

Según Bartra (Regreso a la jaula) nos encontramos ante un intento de restauración del antiguo régimen autoritario, pero se trataría entonces de arribar a un lugar conocido. No es el mejor, pero es un terreno por el que ya se transitó. Lo otro, el futuro, podría ser un salto al vacío.

La discusión sobre si López Obrador es un populista o no aún es interminable. No se trata tanto de lograr una definición operacionalizable de populismo como de discutir por qué funciona. Los líderes populistas se presentan como si vinieran de afuera de la política, como incontaminados por los vicios de la partidocracia o el establishment (Casullo, ¿Por qué funciona el populismo?), algo que no es creíble para un liderazgo que ha militado en tres partidos y dirigido dos a nivel nacional.

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La propia Casullo identifica tres modelos de relato típicos que han demostrado su efectividad para construir una historia de outsiderness a la política: el militar patriota, el dirigente social y el empresario exitoso. López Obrador es un líder cívico, que encabezó causas ciudadanas más que liderar propiamente un movimiento social. De manera que hay vacantes para amartillarse en alguno de los tres patrones. Por cierto, entonces, que las advertencias sobre el hecho de que los militares han vuelto a la escena política y que constituyen un apoyo importante para varios gobiernos (Barrientos, “¿Qué quedó de las transiciones a la democracia?”) no pueden soslayarse más.

También otras alarmas se encienden cuando en días recientes comenzaron a circular fotografías del líder del partido ultraderechista español Vox, Santiago Abascal, departiendo con senadores del Partido Acción Nacional. Lo que preocupa es que desde el partido opositor más importante en la actualidad se asome como solución posible el enfrentar, como dice Chaguaceda ( “El enemigo de mi enemigo…” ), un populismo contra otro: uno protoautoritario que representa Morena y uno de derecha como el de Vox.

La democracia mexicana parece apenas sostenida en los poco más de 30 millones de ciudadanos que dieron su respaldo a la implementación del proyecto de López Obrador. Cuando terminaba el sexenio del priista Enrique Peña Nieto se hablaba ya de una democracia erosionada, de una sociedad mal representada. Vino una pausa. Hoy en el ambiente están muy presentes las referencias al pasado para defender al actual gobierno: “pero el PRI robo más”. Lo que sigue es comenzar a vislumbrar lo que vendrá en caso de que el respaldo ciudadano a la denominada Cuarta Transformación se desplome.

Lo han señalado con claridad Levitsky y Ziblatt (Cómo mueren las democracias): las democracias pueden fracasar a manos de líderes electos que subvierten el proceso mismo que los condujo al poder. López Obrador ha expresado que se retirará a su rancho La Chingada una vez concluida su labor. El asunto es esperar que ese no se convierta también en el destino del país cuando las expectativas se desmoronen, cuando las deficiencias de nuestra democracia se desvelen y cuando se creen las condiciones para relatos populistas mucho más execrables.

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Nota del editor: el autor es politólogo. Doctor en Procesos Políticos. Profesor e investigador en la UCEMICH. Especialista en partidos políticos, elecciones y política gubernamental.

Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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