El fracaso del gobierno de Andrés Manuel López Obrador puede traer consecuencias indeseadas. Su contundente triunfo electoral en 2018 ocultó las enormes dudas que se tenían sobre el proceso de democratización mexicano. El respaldo hacia el candidato ganador fue de tal magnitud que permitió una pausa en torno de la discusión sobre el cauce que sigue la democracia mexicana. Pero a tres años de iniciado el gobierno federal es normal que surjan dudas sobre si habrá tiempo para consolidar las bases de lo que en el discurso se ha denominado una Cuarta Transformación.
Morena es un partido nuevo, pero no moderno. Su fundador es un líder añejo, forjado en el largo y gradual proceso de democratización mexicano. Es un político que conoce los entresijos del régimen político y utiliza sus reglas para ganar y para ejercer el poder. Se propone la transformación, más no el aniquilamiento de las instituciones. Puede debilitar, y lo ha hecho, a algunos sectores del entramado administrativo, pero aspira a fortalecer otros más.