Varios “halcones” que promovieron la invasión de Afganistán en 2001, durante el gobierno de George W. Bush, buscan culpar del fiasco estadounidense en dicho país al presidente Joe Biden. Y Biden, que a pesar de haber sido su vicepresidente, fue uno de los principales críticos de la decisión de Barack Obama de enviar más tropas a territorio afgano en 2009, ahora está pagando el costo de ponerle fin a una intervención que –como él mismo lo supo advertir desde entonces– estaba destinada a fracasar.
Cuando todavía era senador por el estado de Delaware, Biden apoyó inicialmente la invasión. Pero lo hizo, en el contexto de aquel momento, como todo Estados Unidos. La votación en el Congreso autorizando al presidente el uso de la fuerza contra cualquier país, organización o persona involucrada directa o indirectamente en los atentados del 11 de septiembre fue prácticamente unánime: 98 a favor y 0 en contra en el Senado, 420 a favor y 1 en contra en la Cámara de Representantes. En cuestión de días, los niveles de aprobación de Bush pasaron del 50 al 90%. Y el apoyo en la opinión pública para llevar a cabo acciones militares en Afganistán llegó a estar en 94%. Había el apoyo, mas no la estrategia, para emprender la guerra.