Más allá de los resultados, el inédito ejercicio del 1 de agosto pasado con el que se inauguraron las consultas populares constitucionales y legales en México ofrecen un saldo de ganadores y perdedores, así como de interrogantes a considerar.
Como aspectos positivos, hay que señalar en principio la ampliación del abanico de instrumentos de participación política y que la ciudadanía haya asistido con apenas ocho semanas de distancia de la jornada electoral del 6 de junio a integrar las mesas receptoras de opinión. En todo este proceso hay que hacer un reconocimiento al Instituto Nacional Electoral, que en condiciones políticas y presupuestarias muy adversas y frente a las críticas de los promotores de la consulta, la realizaron de forma profesional y eficaz, dentro de los márgenes constitucionales y legales, así como de la coyuntura política.