En forma inverosímil cuando más se demanda tener seriedad en el mando, cuando sería más importante recabar opiniones de los mejores científicos, cuando habría que recurrir a implementar las mejores prácticas internacionales, cuando sería lógico tomar las decisiones con aplomo estadista, cuando se requeriría convocar a la unidad nacional, y en general cuando la operación diaria debería ser como sumar y trabajar en equipo, en México el gobierno federal, y particularmente el Presidente hace todo lo contrario.
Podemos decir que ya a tres años de distancia de que tomaron las riendas del país (porque lo hicieron desde el 2 de julio de 2018), se ha sentido este medio sexenio como si fueran 5 minutos, pero debajo del agua. Se ha optado por cortar el oxígeno del diálogo, por cercenar la habilidad de encontrar coincidencias, y por manejar todo en base a un vacío intelectual.
El país simplemente es un teatro en el que se critica el pasado y se omite cualquier reflexión a los propios errores. Porque si a esas vamos, hay que señalar que el pasado abarca necesariamente esta primera mitad del sexenio. Ya no es viable, ni retóricamente, hablar de que la culpa la tuvieron otros. El desastre que tenemos hoy es resultado del cúmulo de malas decisiones tomadas en estos tres años, y lo malo es que no parece que haya voluntad alguna de enmendar el camino, sino acaso de apretar el paso en la misma ruta de desolación.
Pero el nivel de desesperación con no obtener resultados ya no solamente pasa por el enfermizo proceso de culpar al pasado, lo que incluso propició el desperdicio de más de 500 millones de pesos en una consulta popular infame, sino que ahora incluye hablar en forma prematura de la sucesión presidencial. Así tenemos lo peor de todo, imputaciones del pasado, especulaciones del futuro, y negación de la responsabilidad presente. Es un demencial desprecio por las obligaciones del cargo, lo que solo se entiende cuando se vive en una realidad paralela, una en la cual los que sufren los problemas reales no existen. De hecho, no existimos para quien ocupa Palacio Nacional.