El presidente está mal informado sobre las capacidades del presidente de Estados Unidos (Biden no puede decretar por sí mismo el fin del embargo) y también sobre las remesas: fue Trump quien las limitó, pero en aquel tiempo López Obrador no encontró, digamos, la valentía para reclamar. El presidente de México también podría sugerirle al gobierno cubano que libere el sector financiero para asegurarse de que las remesas lleguen al pueblo que las necesita y no a los bolsillos regordetes de la oligarquía de la isla. Pero eso tampoco lo hará.
Pero más allá de esto, hay un enigma persistente en el apoyo irrestricto de México y otros gobiernos latinoamericanos de izquierda a la dictadura cubana.
La historia de la izquierda mexicana se forjó en la batalla contra el sojuzgamiento y la persecución desde el poder. Si alguien conoce las brutales secuelas de la represión, esa es la izquierda mexicana, y con ella la latinoamericana.
¿Cómo justificar moralmente, entonces, el respaldo a un gobierno tan claramente represor, que aplasta el disenso y el anhelo de libertad mediante detenciones arbitrarias, juicios sumarios, torturas, condenas carcelarias injustificables? ¿La defensa dogmática de la Revolución cubana, ese experimento claramente fallido, vale la traición de los verdaderos ideales de la izquierda? ¿Cómo explicar la defensa de un régimen cuyas fuerzas de seguridad detienen menores de edad a plena luz del día, aterrados como animales al matadero?