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Ilusionador en jefe

El arte de López Obrador es crear esperanza de que algo suceda, sin que suceda. Sus seguidores deben demandarle más.
mar 20 julio 2021 12:05 AM
AMLO y la consulta popular.jpeg
El 15 de septiembre del 2020 el presidente hizo la solicitud de una consulta popular.

López Obrador tiene un don político inigualable. Su don es ser el de ser ilusionador en jefe. Un político que capitaliza de crear esperanza (con o sin fundamento real). Que gana por decir que sucederá algo que la población legítimamente anhela. Incluso si el anhelo no se cumple.

El vívido ejemplo de ello es la consulta popular que sucederá en unas semanas y la forma en la que Morena la justifica.

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Hay tres formas en las que se justifica la consulta popular. Todas relacionadas con crear ilusiones, más que soluciones.

La primera es diciendo que la consulta será para juzgar a los expresidentes corruptos. Una gran ilusión del pueblo de México. Lamentablemente la consulta no es para eso porque, como ha dicho el ministro presidente de la Suprema Corte de Justicia, no es legalmente posible hacer una consulta para ello. Este argumento es simple y llanamente falso.

La consulta busca capitalizar la ilusión de un enjuiciamiento, sin que suceda en realidad. Es una tomada de pelo.

La segunda justificación para la consulta es decir que su meta no es enjuiciar expresidentes, sino subir los ánimos de la gente. Crear un clamor público en contra de la corrupción. Este argumento no se sostiene porque ese clamor ya existe. De hecho, esa es la razón por la cual López Obrador llegó al poder.

Más aún, el único que se ha negado a aplicar la justicia a los expresidentes ha sido el presidente mismo pues, como dijo en su toma de protesta, no quiere ir “contra los de mero arriba” porque “no habría juzgados ni cárceles suficientes, y lo más delicado, lo más serio, meteríamos al país en una dinámica de fractura, conflicto y confrontación”.

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La consulta busca lucrar con la ilusión de un pueblo que quiere justicia, sin darla. Es una crueldad.

La tercera forma en la que se justifica la consulta es más vaga. Se dicen que lo que importa no es el juicio, ni el clamor popular, sino el ejercicio per se de realizarla. Hacerla es entrenar a la gente en la democracia directa. Es como un ensayo.

Este argumento es muy débil pues, para que el entrenamiento fuera efectivo, la consulta debería ser sobre un tema implementable y concreto. Sobre algo real, no sobre una ilusión. Esta justificación de la consulta es equivalente a pedirle a un nadador que entrene fingiendo que se mete al agua.

Todo esto lleva a concluir que en realidad la consulta es un caso más de López Obrador haciendo lo que sabe hacer mejor que nadie: provocando la falsa percepción de que está solucionando un grave problema, sin hacerlo.

Sus seguidores deben demandarle más. Ilusionar no es suficiente. Por supuesto que es mejor que lo que hace la oposición, quien ni ilusiones genera, pero aún así no es suficiente. Lucrar con los anhelos de la gente es otra forma de corrupción, y es un desperdicio para un gobierno que tiene tanto respaldo popular.

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Ojalá en vez de consultas vagas tuviéramos consultas concretas sobre los temas torales que este país debe resolver. O resultados concretos sobre los casos de Lozoya y tantos otros más que estén pendientes. Ser ilusionador en jefe no es suficiente.

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Nota del editor:

Las opiniones de este artículo son responsabilidad única de la autora.

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