Hoy a casi tres años, y posterior a que su movimiento triunfó en ese 2018, las masacres siguen, y en pleno 2021, las recientes matanzas en Reynosa, Guanajuato y Zacatecas, dejan expuesto el fracaso de la política de seguridad en México, si es que existió tal política o estrategia.
Desde que López Obrador, tomó protesta como presidente de la República, a la fecha, suman más de 23 masacres, donde la entidad veracruzana es la que más acumula decesos, 44 en total por lo ocurrido en Minatitlán y Coatzacoalcos. Sin olvidar las ocurridas en Guerrero, Michoacán, Tabasco, Guadalajara, Oaxaca, Morelos, Sonora, Quintana Roo, Chihuahua, Tamaulipas, Jalisco, Guanajuato, y Zacatecas.
Si la estrategia de seguridad de este gobierno es con base en ocurrencias, hoy están costando muchas vidas, cada día pagamos las facturas de las ligerezas de sus dichos, como el dar amnistía a la delincuencia organizada, o que ellos también son pueblo, tanto que los felicitó por no irrumpir (al menos mediáticamente) en las pasadas elecciones intermedias.
México está lleno de más balazos, no abrazos; el acusar a los delincuentes con sus mamás y abuelitas, o los jalones de orejas y zapes, no está funcionando, el paso de la “cuarta transformación” sólo está haciendo de este país un cementerio y a Andrés Manuel le da risa, las cifras de papel del presidente le están quemando las manos, y él no lo siente o hace que no se da cuenta.
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