Para Morena y sus aliados, la ruta ha sido continuar su narrativa de esperanza, pero recargada con la de la indignación por la resistencia de sus opositores. Parados sobre los mayoritarios márgenes de aceptación del presidente, la 4T ha marchado apostándole al reencuentro de sus huestes, a convocar para defender la causa de las fuerzas obscuras que, como en cualquier epopeya que se recuerde con dignidad, regresan disminuidas, pero agraviadas. La reinstalación no pasará, diría la narrativa de los correligionarios de AMLO.
Interesante es ver cómo la marca del presidente y la de Morena, aunque corren paralelas, no en todos lados tienen una fuerza equivalente. Esto podría ser porque en las narrativas locales ha fallado el reparto (tema central, sin duda), y quienes fueron escogidos para representar a la marca, no han sido los más eficientes personificadores de ella. Primera moraleja: AMLO solo hay uno.
Si bien, reunir a sus feligreses parecía lo más eficiente, al igual que la oposición, Morena tampoco consideró a la clase media que votó por AMLO en 2018, y que hoy se alejó por las rutas y formas del presidente, más que por el destino que plantea la 4T, lo que les ha complicado varias contiendas. Los amlopentidos serán, sin duda, el factor diferencial en este 2021. Un público que navegará libre, entre el voto útil y la abstención. Un segmento matemáticamente apetitoso para cualquiera de los bandos. Un votante sofisticado, informado, igualmente motivable que los otros, y quizás también indignado, pero por no encontrar una oferta que refleje sus anhelos, su futuro.
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Nota del editor:
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El autor es consultor en comunicación política, profesor del ITAM, UNAM y del Instituto Ortega y Gasset-México; síguelo en Twitter como @hllerena .