El PRD no tenía de otra. Desde 2015 se había convertido en un partido cascarón, vacío de liderazgos y de militantes. Sin una alianza el PRD probablemente desaparecería.
El PAN sí tenía de otra. Según el trabajo académico de Leopoldo Gómez y Otoniel O. Ochoa al menos el 43% de la población se identifica como “a la derecha del centro ideológico” por lo que pudo haber votado por ellos.
Más aún, si bien la presidencia de Calderón detonó un incremento importante en la violencia y Fox tuvo una administración sin grandes triunfos, la realidad es que el PAN no tiene la misma mala fama del PRI con el electorado. El PAN tiene votantes leales en El Bajío y pudo haber sido una oposición digna en esta elección.
No lo fue. Se juntó con el apestado. Con el PRI. La pregunta es por qué. Veo tres razones.
Primero, la cooptación del PAN por los intereses de su élite interna. Para que el PAN hubiera podido venderse como una alternativa digna hubiera tenido que proponer candidatos frescos, con propuestas nuevas e ideas innovadoras. Esto es algo que su élite interna no quiere. Quieren decir que tienen caras nuevas, pero no quieren realmente hacerlo.
El PAN ha sido cooptado por una pequeña élite interna que no está dispuesta a permitir que otras personas lidereen el partido. Esto ha convertido al partido en un coto de poder que no puede evolucionar productivamente. El resultado es lo que vemos en 2021. Un PAN que sigue proponiendo los candidatos de los mismos apellidos que ha propuesto siempre.