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#ColumnaInvitada | Austeridad y corrupción: la mezcla perfecta para el desastre

La historia de la L12 del Metro estará marcada siempre por la negligencia, la mal entendida y aplicada austeridad y la corrupción, pero también lo estará por la impunidad absoluta y flagrante.
sáb 08 mayo 2021 11:59 PM
Revisión estructural de la Línea 12 del Metro
El deterioro de la Línea 12 fue avisado por los usuarios.

En el contrato para la construcción de la L12, también se aplicó la heroica austeridad republicana.

La historia de la L12 del Metro estará marcada siempre por la negligencia, la mal entendida y aplicada austeridad y la corrupción, pero también lo estará por la impunidad absoluta y flagrante, pues los responsables de esta tragedia son hoy secretarios de estado y dirigentes de partidos políticos que, para colmo, nos mienten diciendo que la corrupción ya se acabó. Jefes de gobierno que creen que limpiar las letras de los nombres de las estaciones es darle mantenimiento al Metro. Empresas que nunca son castigadas por sus faltas y que, por el contrario, ahora construyen aeropuertos, trenes y refinerías. Legisladores que politizan el llamado a la justicia argumentando que lo que en realidad queremos los ciudadanos de esta ciudad es afectar a sus partidos.

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Esta semana, más de 100 familias pagaron los platos rotos de una obra que, desde su origen, fue cuestionada por diversas autoridades de la Ciudad de México, federales y empresas, respecto de su planeación, construcción, materiales y sobrecostos, así como por los procesos de adjudicación de contratos y la premura en los tiempos de entrega.

En agosto de 2007, Marcelo Ebrard, entonces Jefe de Gobierno del Distrito Federal, anunció la construcción de una nueva línea de Metro que correría de Tláhuac a Mixcoac y que sería en su totalidad subterránea. En ese momento, Ebrard dijo que ya se estaban realizando los estudios para su construcción y que su costo se estimaba en 9 mil millones de pesos, un monto que, visto la distancia, parece irrisorio y de imposible cumplimiento. Tal vez, en ese momento el Jefe de Gobierno pensó que era adecuado ahorrarse unos pesos sin reparar en que la magnitud y la importancia de la obra requería de expertos, servicios y materiales de calidad, los cuales suelen no ser baratos.

Para ahorrar dinero, el GDF pidió que las ruedas de los vagones fueran como las de los trenes (rodaduras férreas) y no neumáticas, como el resto de los metros. Al respecto, quien era director del Servicio de Transporte Colectivo (SCT) Metro en 2007 envió un documento a Ebrard señalándole que, por seguridad, las ruedas de los vagones debían ser neumáticas, ya que “si se llegara a descuidar el mantenimiento de las vías cuando la rodadura es férrea, se podrían originar accidentes muy lamentables”. Pero el dictamen técnico expedido por el GDF hizo caso omiso de dicha recomendación, porque el mantenimiento de las ruedas férreas sería, al año, 7% mas barato que el de las neumáticas.

En el contrato para la construcción de la L12 también se aplicó la heroica austeridad republicana. En enero de 2008 se publicó la licitación internacional para adjudicar la construcción de la L12. En junio de ese año se formalizó el contrato con un consorcio integrado por ICA, Alstom Mexicana, y Carso Infraestructura y Construcción, por 17,583 millones de pesos, 2 mil millones de pesos menos que la propuesta inicial del consorcio. Este ahorro significó “reducir el alcance de la obra”, lo que quiere decir que se eliminaron estaciones, no se realizaron algunos estudios, se sustituyó una parte de la línea de subterráneo a elevado y se eliminaron andenes, entre otras cosas que pudieran parecer necesarias para garantizar un buen servicio de transporte y la seguridad de los usuarios. Pero ¿para qué gastar en eso? Mejor nos lo ahorramos o lo desviamos.

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En la compra de los trenes sucedió algo extraño, por decir lo menos, porque aquí no hubo ni austeridad ni compra de trenes. En mayo del 2010 se adjudicó directamente el arrendamiento y mantenimiento de 30 trenes por 17 años a la empresa CAF, por un monto de 1,500 millones de dólares; sin embargo, en su desglose de precios inicial, la empresa CAF señalaba que el costo por los 30 trenes sería de 420 millones de dólares más IVA. Es decir, el precio se encareció más de 300 veces. Pero además, el contrato se adjudicó directamente a la empresa CAF sin hacer una licitación, lo cual tuvo que haberse hecho por ley; de hecho, la empresa francesa Bombardier, dedicada a la construcción de trenes, impugnó esta adjudicación directa argumentando que había sido ilegalmente excluida del proceso, pero un juzgado desechó la impugnación señalando que la empresa Bombardier no tenía interés jurídico para intervenir en la adjudicación del contrato. ¿Se imaginan que una empresa dedicada a hacer trenes no tenga interés jurídico en concursar por un contrato de 1,500 millones de dólares para hacer trenes?

Otra irregularidad fue que el precio de pago para CAF se pactó en dólares y no en pesos, sin establecerse un tipo de cambio base, es decir, que cada mes pagábamos más y más por la constante y sostenida devaluación del peso frente al dólar. Si tienes ganas de hacer cuentas, te invito a que hagas ésta: en 2013 el tipo de cambio oscilaba alrededor de los 12.60 pesos por dólar, hoy está en $20.22; con un pago de 1,500 millones de dólares, la diferencia es un dineral. ¿Qué pasó con esas ganancias derivadas del tipo de cambio?, ¿en qué se invirtieron?, ¿quién se las quedó?

Pero lo más raro es que los trenes no se compraron, sino que se rentaron. Al respecto, en una comparecencia ante la Cámara de Diputados, Mario Delgado, Secretario de Finanzas del GDF de aquel entonces, dijo que “los trenes se arrendaron en vez de ser comprados porque la ciudad no tenía los recursos para adquirirlos de contado”, sin embargo, el arrendamiento y mantenimiento de los trenes no se pagó de contado, sino a meses. A Mario Delgado no se le movió un pelo para comprometer recursos de la Ciudad de México por 17 años (2010-2026), para comprar algo que no se compró, 300 veces más caro, sin hacer concurso y en dólares sin tipo de cambio establecido. El colmo es que parece no haber documentos que acrediten los gastos derivados de este servicio y que cubran los 1,500 millones presupuestados. ¿Qué pasó con esos recursos? ¿Qué pasó con la austeridad?

A lo anterior se suman otras irregularidades, algunas producto de las mencionadas más arriba, como que los trenes no se adaptaban a los rieles, los convoyes eran muy pesados, las curvas no se trazaron adecuadamente en varios puntos del recorrido, la fricción de las ruedas con las vías creaba un exceso de vibración en las estaciones y que varios materiales no cumplieron con la calidad necesaria.

El 30 de octubre de 2012, diez meses después de lo originalmente previsto, se inauguró la Línea 12, aunque fue una inauguración de chocolate porque no estaba lista y se acordó la entrega definitiva nueve meses después. Pero eso no era lo importante, lo importarte era que el Jefe Ebrard saliera en la foto con el Metro de fondo.

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Pasaron luego diversos incidentes que, aunados a los múltiples problemas en la planeación y construcción de la L12, hicieron que estuviera cerrada y en reparaciones por dos años. Luego vinieron los terremotos del 2017 y fue cerrada nuevamente. Se nos dijo que los daños se habían reparado y que la L12 estaba totalmente funcional. Les creímos, pero la L12 seguía deteriorándose rápida y visiblemente. Hay pruebas de los muchos reportes que vecinos y conductores del Metro enviaron tanto en la administración de Miguel Mancera como de Claudia Sheimbaum, quienes dijeron que se hacían las labores de revisión y mantenimiento diario. Si fue así, ¿cómo, entonces, pasó esta tragedia? ¿Cómo es que la gente veía las grietas y el desnivel y los expertos del Metro que hacían las revisiones diarias no encontraron nada?

En lo personal, estoy harta de seguir orando por las víctimas de las tragedias producto de la corrupción de esta ciudad. Estoy harta de tener que dar gracias porque regresé a mi casa sin ser asaltada o violentada, y ahora porque no se me cayó el Metro encima o porque no se desplomó o se hundió mientras viajaba. Estoy harta de que mis impuestos se malversen y no se apliquen en lo verdaderamente importante: en nuestra seguridad, en nuestro bienestar, en poder viajar a lo largo y ancho de la ciudad en un transporte público útil, seguro y digno. Pero, sobre todo, estoy harta de que la misma gente ineficiente y deshonesta de hace 20 años sea la que me gobierne hoy.

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Nota del editor:

La autora es directora ejecutiva de la ITAC Iniciativa de Transparencia y Anticorrupción del Tec de Monterrey.

Las opiniones de este artículo son responsabilidad única de la autora.

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