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Zaldívar, el transitorio

La ambigüedad de Zaldívar ante el transitorio no constituye una forma de prudencia sino de aquiescencia. Ante un hecho tan evidentemente inaceptable, lo prudente no es guardar silencio, es decir no.
mar 27 abril 2021 11:59 PM
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El presidente ha defendido públicamente una reforma para extender el periodo del ministro Arturo Zaldívar.

Qué siniestro es el protagonismo que ha adquirido el ministro presidente Arturo Zaldívar, orgulloso artífice de una reforma al Poder Judicial de la que casi nadie está hablando y por la que, probablemente, tampoco nadie honrará su memoria.

El foco de la atención pública se ha concentrado, más bien, en la flagrante inconstitucionalidad de que la coalición lopezobradorista en el Congreso le extienda el mandato por dos años. Su trayectoria como jurista, la reputación progre de sus criterios, el sentido histórico que ha querido imprimirle a su gestión al frente de la Corte y la Judicatura, todo ese legado está en entredicho por un artículo transitorio.

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Así de grave es lo que representa esa artimaña para burlar la Constitución y así de frágil es la posición en la que ha terminado colocándose Zaldívar. Se entiende, por la responsabilidad del cargo que ocupa y el riesgo de enfrentar abiertamente al presidente, que procure ser institucional. No se entiende, sin embargo, que se muestre tan dispuesto a transigir con algo que debería ser, por principio, intransitable.

La ambigüedad con la que ha respondido no constituye una forma de prudencia sino de aquiescencia. ¿Cómo puede considerarse guardián de la Constitución alguien que no rechaza ipso facto un intento de violarla del que resulta favorecido? Ante un hecho tan evidentemente inaceptable lo prudente no es guardar silencio, es decir que no. Afirmar, con serenidad y entereza, que hay límites.

El Congreso no tiene facultades para elegir al presidente de la Corte, tampoco para extender la duración de su mandato. Punto. Además, que López Obrador haya manifestado abiertamente su apoyo para que Zaldívar se mantenga al frente del Poder Judicial, ¿no crea un conflicto de interés para el ministro presidente? ¿No genera dudas razonables sobre su imparcialidad e independencia? Uxorem Caesaris tam suspicione quam crimine carere oportet. [1]

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La trama se espesa, además, al considerar tres agravantes. La primera es que, como recién escribió Julio Ríos , la reforma engendrada por Zaldívar con el apoyo del lopezobradorismo permite el control “del Poder Judicial, sus magistrados y jueces, a partir de la toma gradual de la mayoría de asientos en la suprema Corte y la Judicatura” y “de jueces y magistrados a partir de procedimientos administrativos y disciplinarios, además de mecanismos jurisprudenciales”. La segunda es la abultada cantidad de asuntos clave que están esperando resolución judicial: amparos, controversias constitucionales y acciones de inconstitucionalidad respecto a reformas, actos de autoridad, a prácticamente la totalidad de la agenda lopezobradorista en el poder. Y la tercera es que, según el modelo de Oraculus , hay una probabilidad de 54% de que en las próximas elecciones la coalición del presidente (Morena, PT y PVEM) no consiga la mayoría calificada en la Cámara de Diputados.

A la luz de esas circunstancias, es posible entender mejor la lógica política detrás de la maquinación del transitorio. Por un lado, tratar de asegurar la continuidad de un ministro presidente afín que ejerza su influencia para ayudar al lopezobradorismo con la avalancha de litigios que se acumulan en su contra. Y, por el otro, ir poniendo a prueba una vía legislativa para vulnerar la Constitución por debajo, es decir, a través de reformas que solo requieran mayoría simple en vez de calificada a sabiendas de que la Corte, domesticada por Zaldívar, no las echará para atrás.

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Lo que está en juego es más que la reputación del ministro presidente o su plazo al frente de la Corte y la Judicatura; más que la supervivencia del proyecto lopezobradorista; más, incluso, que la vigencia efectiva de la Constitución. Es, en última instancia, la posibilidad de que el derecho siga siendo una vía legítima, creíble, viable, para la resolución de conflictos.

Sin un Poder Judicial confiable y autónomo, lo que hoy todavía pretende resolverse en tribunales irá migrando poco a poco a otros espacios y lógicas, por decirlo con un eufemismo, menos institucionalizados.

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Notas del editor:
[1] “La mujer del César no solo debe ser honrada, sino además parecerlo”.

Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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