La historia la cuenta Curzio Malaparte en Muss, el gran imbécil (Sexto Piso, 2013):
«Una noche Mussolini, cansado de estar solo en casa, se puso un capote, se encajó un sombrero hasta los ojos y, con la cara tapada por las solapas, salió de paseo por Roma. Al llegar ante un cinematógrafo, le entraron ganas de divertirse como al resto de la gente, así que compró una entrada. El espectáculo comenzó con las acostumbradas News Pictures y, naturalmente, el héroe de las News Pictures era el propio Mussolini, siempre él, siempre el Mussolini habitual, a caballo, en automóvil, a pie, de uniforme, de civil, con camisa negra, con frac, en aeroplano o en lancha motora. Mussolini pasaba revista a las tropas fascistas, inauguraba un monumento, presidía un congreso de filósofos, estrechaba la mano a un cardenal, visitaba un cuartel, subía al Capitolio, pronunciaba un discurso, dos discursos, tres discursos, una infinidad de discursos. En cuanto el Duce apareció en escena todo el público se puso de pie dando palmas: sólo Mussolini, que no estaba acostumbrado a ponerse de pie en su propio honor, se quedó sentado tranquilamente. A su lado, un modesto pequeño burgués también se levantó inmediatamente, y viendo que aquel señor seguía sentado en clara actitud de inútil imprudencia, le tocó en el hombro, se inclinó hacia su oído y le dijo “Disculpe, señor, yo también pienso como usted, pero es mejor levantarse”».