En Estados Unidos hay un debate sobre si lo que ocurre en la frontera con México es una crisis. Es una discusión inútil. A todas luces, el incremento en el número de migrantes indocumentados detenidos en la zona fronteriza y, sobre todo, la cifra de niños y adolescentes no acompañados en custodia del gobierno estadounidense es una crisis. Las estadísticas revelan una crisis. La falta de recursos para atender a los migrantes habla de una crisis. Y, más que ninguna otra cosa, la crónica que lleva consigo cada uno de esos niños da cuenta de una tremenda crisis. Negar la gravedad de tener a niños de siete años deambulando por el desierto, aterrados y exhaustos, es mezquino y, al final, inmoral.
#LaEstampa | Niños migrantes
La pregunta central es otra. Quizá son varias. La primera tiene que ver con el origen de la crisis. Habrá que ser justo: la crisis en la frontera no comenzó con Joe Biden ni empieza en la frontera sur de Estados Unidos. Esta es una crisis regional, que se explica desde la problemática en el Triángulo Norte de Centroamérica (sobre todo en Honduras y Guatemala), la indolencia mexicana en la atención a los migrantes y, sobre todo, el sistemático desmantelamiento que hiciera Trump del sistema de asilo estadounidense. Nada de esto exime de responsabilidad al gobierno de Biden. Al contrario.
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La pregunta, entonces, es esta: ¿qué hará Biden para lidiar con una crisis que, aunque explique por factores externos y anteriores, le corresponde resolver?
Lo primero que tendrá que hacer es rescatar a los niños de la custodia de las autoridades. Y aunque, a diferencia de Trump, a los niños de la era Biden los supervisa la autoridad encargada de refugiados y no las autoridades migratorias, eso también es inaceptable. Los niños no merecen eso. Para evitarlo, Biden necesita garantizar su buen trato e, inmediatamente después, buscar la manera de convencer a los familiares de los jóvenes que se presenten a pedir su tutela mientras dura el proceso de asilo.
Eso no es fácil, y también se debe a Trump: en el gobierno anterior, familiares indocumentados temían presentarse a pedir a sus niños por miedo a ser deportados. Eso ya no ocurre ahora, pero el miedo permanece. Biden tendrá que revertirlo y atender la crisis. Porque de lo contrario estará faltando a su palabra, aunque la emergencia no haya comenzado con él.
Los niños merecen una vida mejor. Veremos qué hace Biden, que les prometió eso y más.
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Nota del editor:
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