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Del Gran Confinamiento a la Gran Divergencia: urge coordinación internacional

Resulta urgente un diálogo internacional para un nuevo consenso que logre un camino común, objetivos compartidos y estándares mutuamente reconocidos para poner fin a la crisis de salud actual.
lun 01 marzo 2021 06:00 AM
Negocios COVID
El cierre de negocios es una de las muestras más evidentes del deterioro económico actual.

Así como se usa el término de la Gran Depresión para describir al periodo que comenzó con la crisis de 1929 y que siguió durante toda la década de 1930, devastando la economía mundial y las condiciones sociales de las personas en todo el orbe, hoy se ha generalizado el concepto de Gran Confinamiento para describir la reclusión autoimpuesta para prevenir contagios por Covid-19 que tuvo lugar en el 2020 y que continuará durante buena parte del 2021 con márgenes de intermitencia.

Este cierre de la oferta y la demanda provocó la peor recesión de la época moderna, y la apertura gradual y segmentada de las economías continúa siendo un reto logístico, económico, político, laboral y social.

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Con motivo de las reuniones de Ministros de Finanzas y Gobernadores de Bancos Centrales del G-20, bajo la presidencia italiana esta semana, la titular del Fondo Monetario Internacional, Kristalina Georgieva, introdujo un nuevo concepto que requiere reflexión: la Gran Divergencia.

Se refiere a la recuperación económica que se está dando en el mundo este año y continuará los próximos, de manera absolutamente dispar y diferenciada. Ello exacerbará problemas de desigualdad, falta de acceso a derechos y pobreza.

No todos los países se encontraban en la misma situación antes de la pandemia y las respuestas ante la pandemia han sido sumamente divergentes. Ahí tenemos el claro ejemplo de los dos extremos de América Latina, Brasil y México donde el primero ha destinado cerca del 10% de su PIB a atender los costos sociales de la crisis y en nuestro país esta cifra alcanzó un magro 0.7%. No extraña que Brasil será el único país de la región donde la pobreza disminuya en el contexto de la peor crisis económica mundial, y el nuestro arrojará a 10 millones de nuevos pobres según cifras de la CEPAL, por la falta de estímulos fiscales.

La mezcla de tres elementos –la situación previa a la crisis, medidas para combatirla y políticas para la recuperación– va a arrojar qué tipo de futuro tiene cada país.

El FMI calcula que el PIB per cápita para 2022 sea 13% menor a las proyecciones pre-crisis en los países desarrollados, comparado con 22% para los países emergentes y en desarrollo, con los consecuentes efectos en retrocesos en el bienestar de las personas. En este contexto, todo parece que los planes, compromisos y proyecciones de la comunidad internacional para el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (fin de la pobreza, hambre cero, salud y bienestar, educación de calidad para todos, entre otros) enfrentarán serios retrocesos hacia la meta de su pleno cumplimento en el 2030.

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La Gran Divergencia evidencia las disparidades entre países para reducir los costos de la crisis y para encontrar un camino estable y certero hacia la recuperación económica. También hace evidente y exacerba la disparidad dentro de los países, entre hombres y mujeres; entre quienes tienen acceso a alimentación, salud, educación y quienes no; entre quienes se vinculan a las tecnologías y los que no.

Por ello, se hace urgente un diálogo internacional para un nuevo consenso que provea la agenda de un camino común, objetivos compartidos y estándares mutuamente reconocidos para poner fin a la crisis de salud frente a procesos de vacunación inciertos y el surgimiento de nuevas mutaciones del virus; y lograr una recuperación económica robusta, sostenida y con mayores grados de certidumbre, que atienda de manera urgente el crecimiento, la desigualdad y el desarrollo.

El G-20, el G-7, el FMI y el Banco Mundial tendrán que trabajar de manera coordinada para generar esos consensos y directrices en materias como los nuevos parámetros del manejo de la deuda y los procesos de consolidación fiscal, la problemática de los países pobres y altamente endeudados, la inversión en bienes públicos, y la formalización y flexibilidad de los mercados laborales, entre muchos otros. Se torna urgente no sólo el diálogo coordinado, sino las propuestas concretas para las acciones diferenciadas.

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Nota del editor:

La autora fue servidora pública por más de 25 años, exsubsecretaria de Relaciones Exteriores, Desarrollo Social y Hacienda, y senadora con licencia.

Las opiniones de este artículo son responsabilidad única de la autora.

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