¿Un apoyo divino?
Pence es miembro de una familia sumamente religiosa, un hombre devoto que dijo decidió apoyar a Trump, cuando nadie del “establishment” en su partido lo hacía, cuando el pasado 12 de julio de 2016 el Trump Force One, el Boeing 757 que había comprado el magnate de la construcción para su campaña presidencial, aterrizó en una aeropuerto secundario de las afueras de Indianápolis. En ese aterrizaje, le estalló un neumático. Desde entonces, Pence pensó que se había tratado de un evento con un mensaje divino.
Para quienes lo conocen, aseguran que Pence solo quería reelegirse como gobernador de Indiana, pero la campaña de Trump veía en él factores reales para convertirse en un gran aliado: su figura ultraconservadora, apoyado por miles de evangélicos y por su liderazgo moral sobre los gobernadores del “cinturón de óxido”, una serie de Estados que eran fuertemente republicanos. Aunque Trump siempre se opuso a Pence, su campaña lo convenció y lo demás es historia.
Si millones de evangélicos empezaron a seguir ciegamente a Donald Trump, fue gracias a Mike Pence. Él convenció a miles de pastores y obispos por todo Estados Unidos de que “Trump había cambiado y ya no era el hombre inmoral” que se había mostrado con decenas de pruebas en audios y videos. Le creyeron.
Mike fue un vicepresidente leal, útil, confiable, noble y efectivo durante los cuatro años. Pero sufrió en carne propia la fría y perturbadora actitud de Trump. Según reportes de fuentes en la Casa Blanca, hablaban de malos tratos, gritos, desdenes y hasta humillaciones que padecía el vicepresidente en la oficina oval. Pence solía repetirle a su familia, que era la voluntad de Dios apoyar al presidente y su resistencia fue recompensada con la candidatura por la reelección, aunque la relación entre ambos personajes ya estaba sumamente desgastada.
A finales del 2019, la campaña se veía triunfadora, las encuestas daban una ventaja de hasta 15 puntos a favor de Trump/Pence contra cualquier candidatura demócrata, pero llegó la pandemia del COVID-19 y pegó duro a la salud y economía por lo que Joe Biden y Kamala Harris se alzaron con el triunfo de manera contundente. Venciendo incluso en el “cinturón de óxido”.