La primera vez que fui diputada federal fue en el año 2001; en ese momento las mujeres éramos únicamente el 10% de los integrantes de la Cámara de Diputados. En ese contexto, en el 2002 debatíamos la reforma del Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales para incluir cuotas de género al 30%. Ahora, cuando finalmente hemos logrado tener la primera legislatura con paridad de género, el debate ha llegado al Instituto Nacional Electoral para que las gubernaturas también sean paritarias.
#ColumnaInvitada | Paridad electoral, un asunto de justicia social
La inclusión de más mujeres en la política mexicana es un hecho, y ha habido mejoras en la legislación de combate a la discriminación de género, pero aún nos encontramos muy lejos de una sociedad igualitaria. El INEGI reporta que el 66.1% de las mujeres en México han sido víctimas de algún tipo de violencia en sus vidas. Tan solo en este año, van más de 800 feminicidios. La desigualdad económica persiste; en 2018 el CONEVAL reportó que las mujeres percibimos 90 pesos por nuestro trabajo en comparación con los 100 pesos que ganan los hombres por hacer exactamente lo mismo.
Además, las mujeres destinamos 2.5 veces más de nuestro tiempo al trabajo doméstico. En foros y consejos empresariales, los rostros de los hombres permanecen como una inmensa mayoría. Esto demuestra que hacen falta cambios más profundos y más ambiciosos para que la igualdad de género sea una realidad.
Desde ahí tenemos que partir para abordar el debate en torno a las cuotas de género en las gubernaturas. Las cuotas (como toda medida de acción afirmativa) son un instrumento de para alcanzar la igualdad y buscan lograr un piso parejo para todas las personas, particularmente en sociedades en donde la discriminación es histórica y estructural.
Es común que se cuestione que las mujeres no deberían detentar cargos por el simple hecho de ser mujeres, pero a menudo se deja de lado que lo mismo es cierto para el género opuesto: ¿ser hombre implica que haya un buen gobierno?, ¿o acaso es correcto afirmar categóricamente que todos los hombres que han gobernado los estados y municipios de nuestro país han hecho un buen trabajo?
Durante décadas hemos podido observar los resultados de no hacer nada, de esperar pacientemente el cambio cultural, y la consecuencia es evidente: las mujeres han quedado fuera. Además de ser una cuestión de justicia, una sociedad pierde mucho al no ser incluyente. La pandemia misma nos ha dado ejemplos claros: tanto a Jacinda Andern en Nueva Zelandia coomo a Angela Merkel en Alemania se las ha reconocido por su liderazgo empático, con apego a la evidencia científica, el uso de modelos de comunicación claros, y la implementación ágil de medidas de confinamiento para contener la pandemia.
He participado 26 años en la vida política de México y sé lo difícil que es que nuestra capacidad se ponga en duda cuando a los hombres no se les pide demostrar sus capacidades en los mismos términos. Sé lo que es la misoginia, sufrir acoso, violencia de género. En pleno siglo XXI, 2 mil millones de mujeres y niñas sufren de alguna discriminación impuesta desde las leyes de sus países.
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Por eso, el debate sobre las cuotas de género no es una discusión en términos de capacidad, como si todos los hombres fueran expertos y todas las mujeres no lo fueran. Las cuotas en las gubernaturas son necesarias simplemente porque las mujeres no tienen las mismas condiciones y las mismas oportunidades que los hombres para competir. Es inaceptable que el camino sea desproporcionadamente más difícil para las mujeres, y continuar en este rumbo impedirá que alcancemos la paridad en el futuro cercano. Las reglas de la política fueron creadas por los hombres. Ya es tiempo de escribir una mejor historia para las mujeres y las niñas mexicanas.
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Nota del editor: la autora es diputada federal, fue presidenta de la Unión Interparlamentaria.
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