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#LaEstampa | El narrador en jefe

En el México de López Obrador solo hay espacio para la celebración de una transformación que, contra la evidencia de la terca realidad, va porque el presidente dice que va.
jue 03 diciembre 2020 11:59 PM
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López Obrador en mensaje por dos años de gobierno.

El lunes, el presidente de México presentó su segundo informe de gobierno en Palacio Nacional. Lo hizo sobre ese peculiar presídium vacío, a excepción de una silla solitaria, y frente a sus colaboradores, que le aplaudieron con devoción digna de otros tiempos.

Como acostumbra, Andrés Manuel López Obrador habló de un México que existe, al menos por ahora, solo en su imaginación.

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Fiel a su disciplina de mensaje, esbozó un país que ha hecho un manejo ejemplar de la crisis y que poco a poco emerge para retomar el rumbo como si todo lo que ha pasado fuera solo un mal sueño.

En el país que bosqueja López Obrador, no hay espacio para algún tropiezo del gobierno o del hombre que lo preside, mucho menos para ofrecer una disculpa por las consecuencias de las omisiones, evidente para todos menos para el presidente y sus acólitos.

En el México de López Obrador solo hay espacio ya no para el optimismo –que sería normal, aunque ingenuo– sino para otra cosa que no sea la celebración de una transformación que, contra la evidencia de la terca realidad, va porque el presidente dice que va.

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Pero el informe del presidente, como cada informe que rinde en las mañanas, sin excusa ni pretexto, no es un mero ejercicio de ilusionismo retórico. López Obrador sabe lo que hace. Hace muchos años que reconoció y perfeccionó la importancia de adueñarse de la narrativa para establecer la agenda y, en su versión más exitosa, incluso la percepción de la realidad.

Así lo hizo cuando, astuto, se diseñó la primera versión de las conferencias de prensa matutina siendo jefe de Gobierno en tiempos de Fox. Desde ahí, López Obrador comenzó a volverse lo que hoy vemos: el narrador en jefe de la realidad mexicana.

Desde entonces no ha parado en su intento de moldear la realidad a través de discurso propagandístico. Sabe que, en un país como México, a veces basta que el presidente diga que todo va de maravilla para que la gente opte por descreer a sus ojos, su entorno o su bolsillo y se convenza, en cambio, de que, en efecto, todo va por buen camino.

Si lo dice el tlatoani debe ser cierto. Eso es lo que hace López Obrador todos los días. Eso es lo que hizo el martes. Y mientras lo haga sin nadie enfrente que le replique, seguirá gozando de inmerecida popularidad.

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Nota del editor:

Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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