Biden ha dicho que su prioridad será el combate a la pandemia, paso sine qua non para tratar de implementar cualquier otra cosa que tenga en mente, desde cambio climático hasta migración.
Pero los nombramientos iniciales de Biden cumplen con una función más, quizá la más valiosa en la coyuntura actual.
Después de su triunfo, Biden podía seguir dos posibles caminos: podía, por ejemplo, reaccionar a los años de Donald Trump con un golpe de timón firme que llevara al país a un viraje súbito y radical. Es el tipo de decisión que seguramente esperaban, pienso, los simpatizantes de Bernie Sanders, quienes siempre han concebido la derrota de Trump como el preámbulo de una revolución desde el ala más progresista del partido demócrata. Por suerte, Biden ha preferido otro camino. Antes que ceder posiciones y agenda al movimiento progresista, ha preferido elegir colaboradores moderados, que ofrezcan primero una restauración de la decencia y la cordura antes que una transformación radical de la vida pública estadounidense.
Es la apuesta correcta.