Para mi padre, mi más asiduo lector.
El todopoderoso hombre de las Fuerzas Armadas mexicanas había colgado su vestimenta verde siempre pulcra, llena de medallas de honor, para utilizar el recién lavado uniforme naranja de la prisión neoyorquina. Salvador Cienfuegos Zepeda estaba siendo acusado por cuatro delitos relacionados con narcotráfico. Una y otra vez, él insiste en su inocencia. Sin embargo, la DEA lo acusa con aversión.
Quienes conocen personalmente a Cienfuegos aseguran que su rostro, siempre de semblante duro, contrasta con su actitud negociadora y amable. El hoy caído y acusado militar ha vivido el averno y abismo, pues ya se le ha tatuado en la frente, casi por endoso, que es culpable de tres cargos de conspiración para manufacturar, importar y distribuir cocaína, metanfetaminas y marihuana, además de otro cargo por lavado de dinero.