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Las ruinas del futuro

Este “cambio de régimen” se ha concentrado en el desmantelamiento de instituciones, la cancelación de obras o programas, pero ¿qué cimientos se están colocando para dentro de 5, 10 o 20 años?
mar 03 noviembre 2020 11:59 PM
reforma
El presiente en una de sus mañaneras.

En poco menos de un mes se cumplirán dos años de que tomó posesión Andrés Manuel López Obrador. Dos años que sin duda son pocos para valorar su gestión conforme a la clave transformativa en la que el presidente insiste en ubicarse; pero que, paradójicamente, son más que suficientes para reconocer que su gobierno ha renunciado a concebir un horizonte viable de futuro.

El llamado a la esperanza que tan persuasivo papel desempeñó durante su campaña ya no hay dónde encontrarlo. Su lugar lo ocupan ahora el afán de revancha, la apelación a la lealtad y la estigmatización del desacuerdo. A pesar de haber renacido de las cenizas políticas no una ni dos sino tres veces, de conseguir una victoria amplísima y contar con una legitimidad democrática que ningún mandatario había tenido nunca, de su acceso al poder no emano una versión de sí mismo que estuviera a la altura de las circunstancias.

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Al contrario: endureció su gesto, agrió su voz, estrechó su mirada. La Presidencia convocó no a sus mejores ángeles sino a sus peores demonios. Reveló a un líder trágico, cuya ambición de amasar poder parece inversamente proporcional a su capacidad para ejercerlo de manera constructiva. No hace falta haber militado en su causa para reconocer que fue un gigante en la oposición; tampoco es necesario estar ahora en la disidencia para admitir que ha resultado un enano en Palacio.

Con todo, más allá del personaje y su lugar en la posteridad, están las personas y su futuro. ¿Qué cimientos se están colocando para dentro de cinco, diez o veinte años? ¿Hacia dónde se encaminan la educación, el medio ambiente, la cultura, el sistema de justicia, la investigación científica, el sistema de salud o la innovación tecnológica? ¿Cuál es la imagen del porvenir que pueden forjarse, en función de las decisiones de este gobierno y sus resultados esperables, los mexicanos que hoy tienen, por decir, entre 6 y 21 años?

Este “cambio de régimen” se ha concentrado mucho en el desmantelamiento de instituciones, la cancelación de obras o programas, los recortes burocráticos, la austeridad presupuestal, en fin, en la labor de demoler al México del pasado inmediato. ¿Pero cuál es el país, entonces, que está edificando? ¿De que se trata su idea del mañana? ¿Existe? ¿Cuál es su agenda? ¿Cuáles sus objetivos e instrumentos?

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No son preguntas retóricas sino de política pública. De cómo se diagnostican y se definen los problemas, de cómo se diseñan e implementan sus soluciones, de cómo se evalúan su viabilidad y su impacto.

La política social, por ejemplo, no está orientada a ofrecer servicios públicos de calidad, ni a crear condiciones objetivas y duraderas para la movilidad social de las generaciones que vienen. Su prioridad no es garantizar el ejercicio efectivo de derechos sino repartir recursos entre la mayor cantidad posible de individuos. No hay un proyecto colectivo que lo organice, la efectividad de ese gasto es cosa de cada quién. Se presume cuánto se eroga, no qué se logra concretamente con ello. Lo suyo, dicho de otro modo, no es la emancipación de la sociedad sino la salarización del “pueblo”. Lo que está creando la autodenominada cuarta transformación no son ciudadanos sino beneficiarios.

Es como si en la acción gubernamental no existieran más que dos tiempos. Por un lado, el pasado que se busca destruir; por el otro, el presente que se autoafirma en esa furiosa voluntad de destrucción. El futuro, como proyecto, no existe. No hay un faro que marque el rumbo, un anhelo hacia el que se trabaje día con día. Todo se agota en hacer ajustes de cuentas e ir saliendo al paso. Se derriban monumentos y se alardea la distribución de sus escombros sin que se erija nada nuevo. Lo que anticipan estos dos primeros años de gobierno es un sexenio cuyo legado serán ruinas.

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Nota del editor: Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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