Para que un combate frontal a la corrupción e impunidad sea legítimo y eficaz debe contar por lo menos con los atributos de imparcialidad, legalidad y método; sin embargo, tanto la desaparición repentina de los fidecomisos públicos como la consulta para el enjuiciamiento de expresidentes fallan en cada uno de esos preceptos. De llevarse a cabo ambas, contribuirían paradójicamente al propósito opuesto que han manifestado sus promoventes, a consolidar la impunidad y secuestrar políticamente el combate a la corrupción, analicémoslo.
Los atributos de imparcialidad y legalidad en el combate a la corrupción resultan esenciales porque aseguran, o por lo menos pretenden, que el encauzamiento de cualquier ciudadano no se encuentre sujeto a sus perfiles partidistas o perfiles ideológicos, sino al sustento de la causa que lo incrimina y la posibilidad de defensa ante los cargos imputados. Los juicios de la historia y de los historiadores, preparados o líricos, pertenecen a una categoría distinta, como también las pantomimas de ajusticiamiento de los rivales. Los procesos que pretenden con seriedad someter a la balanza de la justicia a los corruptos no pueden verse contaminados por intereses partidistas que persigan torcer dicha balanza a contentillo.