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#ColumnaInvitada | La paridad de género y su lucha colectiva

Es deber de quienes somos parte de un instituto político o quienes aspiramos a dirigirlos, exigir que se respete la paridad de género.
mar 29 septiembre 2020 11:29 AM
Electora tras emitir su voto en Tuxtla, Chiapas. (Foto: CuartoOscuro)
El voto femenino no es el único elemento de paridad de género.

El 17 de octubre de 1953, el entonces presidente de la República Adolfo Ruiz Cortines promulgó una serie de reformas constitucionales por las que se reconocía la ciudadanía plena para las mujeres, se les otorgaba el derecho al voto.

Pero Ruiz Cortines no pasó a la historia por esta promulgación, sino la lucha colectiva feminista su identidad y representatividad: “Las hijas de Cuauhtémoc” y el “Primer Congreso Feminista de Yucatán”, del que surgió la primera diputada local electa, Elvia Carrillo Puerto, ella es referente y claro ejemplo de las transformaciones en femenino en nuestro país.

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La lucha colectiva, la resistencia feminista y la presión ejercida sobre los grupos políticos en el poder hicieron posible que este derecho fuese alcanzado, no sin antes recordarnos que México fue el último país de nuestra región que obtuvo en este logro por los derechos civiles.

A partir de los años de la revolución de las conciencias, la contracultura y cuando la liberación femenina de los preceptos patriarcales se comenzó a gestar, surgió la necesidad de representatividad en los espacios ya institucionalizados y en los de representación popular con mayor insistencia e interés. Este proceso costó vidas y resistencias, nada silenciosas.

Mucho después, hasta mayo de 2019 , en la Cámara de Senadores, se promulgó el decreto por el que se reforman y adicionan los artículos 2, 4, 35, 41, 52, 53, 56, 94 y 115 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, para promover una “Reforma Constitucional de Paridad de Género” en los órganos del Estado.

Sesenta y seis años después logramos la representatividad a nivel constitucional, en un país donde la violencia contra las mujeres se volvió sistemática desde hace décadas y las consecuencias de este fenómeno se observan en escenarios locales e internacionales. La actuación del Estado y los gobiernos han sido fuertemente criticados por su actuación en este tema por parte de instituciones protectoras de víctimas y de derechos humanos. Estos sucesos, sin duda retroceden años de lucha por la igualdad de género.

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Hace unos días, en mi vista por Michoacán, durante las actividades que realizo por mi aspiración a ganar la encuesta para la Secretaría General de Morena, sostuve un diálogo corto pero sustancial con mujeres feministas que buscaban respuestas, buscaban seguridad ante una marginación histórica de la que yo también he sido víctima; buscaban garantías de que Morena no tolerará la violencia. Mi mensaje fue contundente: “en Morena, no permitimos la violencia bajo ninguna circunstancia, hemos sido claras, tampoco permitiremos ningún tipo de agresión hacia ninguna mujer. No está en nuestros principios, no está en nuestra ideología y tampoco en el Proyecto de Nación con el que acompañamos al presidente de México”.

Durante décadas se permitió una escalada de violencia estructural como en pocos procesos históricos de nuestro país, y las mujeres, bajo todos los paradigmas interseccionales que podamos imaginar, fuimos las que menos recibimos protección del Estado. Pero, por otro lado, la política es uno de los espacios de participación óptimos para lograr cambios. Las acciones de nuestros institutos políticos deben llamar a la acción, desde las bases del partido se debe fomentar la defensa de estos derechos civiles, pues son banderas que se han izado desde hace más de setenta años y que ha logrado consolidarse poco a poco a lo largo de nuestra historia como país.

Con firmeza, afirmo, es deber de quienes somos parte de un instituto político o quienes aspiramos a dirigirlos, exigir que se respete la paridad de género en todas las estructuras partidistas: desde las bases estructurales territoriales, a quienes les debemos el Cambio Verdadero, hasta las dirigencias nacionales. En esas instancias, si no existe la voluntad de reconocer los actos que han impedido la participación de las mujeres, no se está luchando desde la izquierda y se corre el riesgo de volver a abrir las brechas de desigualdad en razón de género.

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Como militante de Morena reconozco los aportes de las consejeras y consejeros del Instituto Nacional Electoral quienes expresaron su preocupación por tener una disposición clara para implementar el principio de paridad de género, pero también estoy segura de que bajo los principios con los que construimos y fundamos este partido no podríamos conducirnos de manera distinta. Es predicar con el ejemplo y mostrar a los partidos de oposición que la Cuarta Transformación es feminista. Para todas las mujeres que caminamos el país para formar Morena el tema es claro: el enfoque de género no se reduce a la paridad en los encargos, pero estos sí hacen evidente nuestra presencia y nuestra capacidad de poder opinar en lo individual y lo colectivo.

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Nota del editor: militante de Morena y aspirante a la secretaría general del partido.

Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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