En México, la corrupción es un mal que afecta más, y por encima de todos, a los más pobres. El dinero que el gobierno destina a educación, salud, desarrollo social, a los programas sociales que reducen la desigualdad, y a los municipios con mayores niveles de pobreza, está plagado de malos manejos, opacidad y corrupción —más plagado que cualquier otro tipo de gasto público.
Hay tres razones por las que la corrupción está contribuyendo a aumentar la desigualdad en México.
Primero, porque las irregularidades en el gasto público suceden más en los municipios más pobres. De la totalidad de los 25,000 millones de pesos “perdidos” por gobiernos municipales de 2001 a 2018, el 58% estaba destinado a municipios donde la mayoría de la población se encuentra en pobreza. Es decir, seis de cada 10 pesos cuyo uso no ha podido ser aclarado o recuperado por la Auditoría Superior de la Federación estaban destinados al presupuesto de municipios pobres.
La diferencia entre municipios pobres y no pobres es abismal. De 2001 a 2018, en los municipios más pobres de México (donde el 92% de la población vive en pobreza) se han “perdido” 4.1 mil millones de pesos. Por el contrario, en los más ricos (donde solo el 28% de la población está en situación de pobreza) solo se han “perdido” 1.7 mil millones. Así, por cada peso “perdido” en un municipio rico se pierden 2.4 pesos en un municipio pobre.
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