La pandemia del COVID-19 nos ha mostrado rostros de la humanidad que pensábamos extintos. En pleno siglo XXI, algunos creen que los cierres de fronteras pueden evitar los contagios, como si el virus viajara con pasaporte o solicitara permiso a las autoridades migratorias. Otros piensan que la búsqueda de la vacuna es una competencia internacional en lugar de una causa común de la humanidad que obligue a la cooperación y a la investigación conjunta; incluso, ciertos países llegaron al extremo de acaparar medicamentos y equipo médico afectando gravemente a las naciones menos desarrolladas.
#ColumnaInvitada | Construir acuerdo, un desafío que necesitamos afrontar
Desde hace tres años presido la Unión Interparlamentaria (UIP), la organización multilateral política más antigua integrada por los parlamentos de 179 países. Además, a diferencia de la ONU, la UIP debe reflejar la pluralidad de esos parlamentos en todos sus aspectos de diversidad política, de género, o de edad, por mencionar algunos de ellos. Ahí trabajamos con distintos idiomas, creencias, religiones, y nacionalidades. Como el espíritu de la UIP es deliberativo y democrático, debemos encontrar acuerdos en esa enorme diversidad.
Debo admitir que no es fácil lograr los acuerdos. Hay esfuerzos considerables que van desde diseñar la agenda de trabajo y revisar cuidadosamente los contenidos, hasta el devolver el humanismo a nuestro trabajo (en particular, desburocratizar la política exterior). En todo momento, hay que dialogar, hay que entender, hay que buscar puntos en común y aprender a ceder, y hasta ser muy creativos al redactar.
Al final, los valores de la diplomacia parlamentaria no están lejos de la diplomacia tradicional, pero sí son mucho más complejos por la enorme diversidad de actores involucrados. La confianza en las personas y en la tradición diplomática de sus países es importante. Lo más valioso que he descubierto es cuán subestimada está la empatía y qué urgente es la confianza entre las personas. Esa es una base indispensable: el entendimiento y el diálogo son necesarios para encontrar puntos de acuerdo. También hay que reconocer las distintas realidades y preocupaciones nacionales y, a veces, hasta locales. Solo así se puede entender el fondo de los debates y hallar el camino que nos lleve al consenso.
Así construimos documentos de trascendencia para la comunidad internacional, como la Declaración de la Quinta Conferencia Mundial de Presidentes de Parlamento. Así trabajamos en el Comité Ejecutivo y en el Consejo Directivo de la UIP, órganos que debo presidir en todas sus reuniones. De la misma manera, he trabajado con la Misión Permanente de México ante la ONU en un borrador de la resolución sobre “Interacción entre las Naciones Unidas, los parlamentos nacionales y la Unión Interparlamentaria”, gracias a la cual he aprendido también el valor de los procedimientos y de construir y cuidar la reputación y buen nombre de nuestro país. Representar a México abre puertas de confianza en el plano internacional y eso debe continuar.
Pero, además de las formas, también hay que pensar en los contenidos. Por eso, me he esforzado para que en la Declaración y en la resolución, se hable de igualdad de género, de incluir a los jóvenes, de erradicar la violencia contra las mujeres, de traducir los acuerdos globales en soluciones locales, y de fomentar el humanismo en la política. Como la segunda mujer y la persona más joven en presidir la UIP, tengo la convicción de que el contenido cuenta porque deja huella y esos temas no pueden dejarse de lado.
El mundo necesita que aprendamos a dialogar y a entender, que seamos capaces de construir soluciones conjuntas para los problemas compartidos, que actuemos como una misma humanidad que vivimos en una misma casa. Sólo así podremos reconstruir este planeta con inclusión, con feminismo, y con sostenibilidad.
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Nota del editor: la autora es diputada federal, presidenta de la Unión Interparlamentaria.
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