Para dar con una solución, necesitamos considerar varias dimensiones. En primer lugar, habrá que tomar decisiones fundamentadas en la ciencia, con datos serios y verificables.
En segundo lugar, es urgente contar con una respuesta global: las crisis no respetan fronteras, el virus continúa viajando a pesar de los nacionalismos que cierran fronteras. Entendamos de una vez que la solidaridad y cooperación internacional son indispensables, nadie encontrará respuestas en el nacionalismo.
Y en tercer lugar, pero sin duda el más importante, debemos retomar el espíritu de la política y poner a las personas al centro de las decisiones, y priorizar a quienes más sufren la constante injusticia de malos modelos económicos y los errores de los gobernantes, a los millones de personas que se levantan sin saber si van a tener algo que comer, quienes arriesgan todo porque tienen que migrar, quienes huyen de la muerte y buscan asilo.
La voz y el potencial de 46,552 parlamentarios puede transformar al planeta. Podemos ser la generación de legisladores que logre la plena igualdad de género, que le abra las puertas a los jóvenes, y termine con la pobreza para que no dejemos a nadie atrás. Hagamos de nuestra generación una a la que las generaciones futuras puedan voltear a ver y decir: “ahí están quienes hicieron la diferencia”.
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Nota del editor: la autora es diputada federal, presidenta de la Unión Interparlamentaria.
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