Hace un par de semanas postulé un escenario para las elecciones del 2021 en función de dos factores . El primero era la sostenida tendencia a la baja de la popularidad del presidente, el impacto negativo de la emergencia por el coronavirus, el costo de que el lopezobradorismo llegue a las urnas sin buenos resultados que defender y el hecho de que su coalición tenga cada vez más tensiones y pleitos internos. Todo lo cual podría anticipar un elevado porcentaje de voto de castigo en su contra. El segundo factor, sin embargo, era el estado de impotencia en el que se encuentran las oposiciones, su falta de liderazgos, el desprestigio que aún pesa sobre ellas y la indefinición que las caracteriza en términos de lo que pueden ofrecer o representar más allá de un destino potencial para el voto antilopezobradorista.
En suma, la posibilidad de que ninguna oposición esté en condiciones de aprovechar la oportunidad que brinda la debilidad del lopezobradorismo. El desenlace puede ser, concluía entonces, que lejos de un robusto voto de castigo lo que impere sea, más bien, el abstencionismo.