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#ColumnaInvitada | 'Sapere Aude'

El destino no tiene que ser uno que dependa de la buena voluntad o deseo momentáneo de las autoridades. No les corresponde determinar caprichosamente si van a hacer lo que más conviene al país.
jue 04 junio 2020 06:10 AM
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Juan Francisco Torres Landa R. es miembro del Comité Directivo de UNE México.

Hace tiempo escuché a un locutor de radio hacer referencia al término Sapere aude. Es una locución latina que significa «atrévete a saber» y también suele interpretarse como «ten el valor de usar tu propia razón». Viene al caso porque me parece que es una referencia perfecta de lo que debe ser una actitud permanente y proactiva de la ciudadanía (y de hecho también de las autoridades). Por mucho tiempo, debemos reconocer, no ha sido así.

En México hemos tenido un problema crónico. A pesar de tener un país con, literalmente, todos los posibles atributos para ser una potencia económica, un territorio con libertades, una sociedad equitativa, una nación con justicia, y un lugar en paz y con desarrollo pleno, nos hemos encargado de no trascender a esos umbrales. Y hay que reconocer que una fuerte dosis de culpa la tenemos los ciudadanos porque hemos sido tolerantes al exceso ante manifiestos abusos en el pasado. Hemos sido cómplices de la rapiña con la que se han conducido una enorme banda de ladrones que incluso en el sexenio pasado constituyeron una cleptocracia bajo el liderazgo de la dupla Videgaray-Peña. Pero, lamentablemente, a pesar del doloroso aprendizaje, hoy las cosas no van mejor.

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De buenas intenciones está lleno el infierno. Pero no se pueden lograr metas si la forma de realizar tareas y buscar resultados es a base de improvisaciones y acciones no sustentadas en análisis profundos. En el pasado, sí hubo una tradición de diseñar e implementar políticas públicas en base al logro de objetivos y midiendo sus resultados y alcances. Claramente no dieron todo el potencial de sí, principalmente por dos razones: falta de continuidad (la irracional práctica de reinventar todo en cada periodo de gobierno) y el enorme lastre de la corrupción. Pero a pesar de lo anterior es indiscutible que en los últimos cuatro sexenios sí se lograron beneficios tangibles y medibles, por ejemplo, en cuanto a reducción de índices de pobreza y lograr crecer la clase media. Con todo y todo, estos logros hoy se medran y sus avances se vulneran con decisiones irracionales e insustentables.

El hartazgo a los abusos y robos del sexenio pasado y la entrega de la plaza generaron las condiciones perfectas, únicas diría yo, para el triunfo de Morena que incluso significó conquistar no solamente el Ejecutivo Federal, sino también las dos cámaras del Congreso Federal, 19 congresos locales y 5 gubernaturas. La gran pregunta es si ese resultado legitimó el ir por un plan de gobierno desarticulado, que resulta etéreo por decirlo benévolamente, y que en los hechos es más bien errático, incongruente, contraproducente, y en cierto sentido irracional.

Como bien explica Viridiana Ríos en una entrega reciente, el problema radica no tanto en si hemos tenido antes y ahora malos gobernantes, sino el hecho de que el nivel de exigencia de la ciudadanía para con sus autoridades electas es tan bajo, que no existe ni el ánimo ni la voluntad de los gobernantes realmente dar un servicio excelso a la población. Hacen eco en nuestros oídos expresiones y referencias como: “sí robé, pero poquito”, “todo lo heredé”, exoneraciones al estilo Virgilio Andrade (Casa Blanca) o Irma Eréndira Sandoval (Caso Bartlett), y los niveles ofensivos de adjudicaciones directas (opacidad y muestras de gobiernos de cuotas y cuates). Todas ellas muestras del paupérrimo nivel de servicio de quienes deben servir y que más bien se han servido.

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Pero el destino no tiene que ser uno que dependa de la buena voluntad o deseo momentáneo de las autoridades. No les corresponde a ellos determinar caprichosamente si van a hacer lo que más conviene al país en cuanto a atender las principales causas de las diferencias, rezagos, injusticias, inequidades y demás problemas de la nación. No son sino empleados de la sociedad y, por lo mismo, sujetos a su escrutinio y evaluación permanente. El ejercicio comicial les genera un contrato de servicio, no una potestad ilimitada de decisiones en sus respectivos ámbitos. Y por ello importante informarnos permanentemente y así tener capacidad plena y objetiva para criticar lo que no sirve, y a su vez exigir continuidad con lo que sí tiene mérito (ambas facetas críticas de un examen productivo y propositivo).

La división de poderes es una de las aristas fundamentales para evitar abusos. Particularmente, importante en la época actual el proceso de escrutinio que tiene a su cargo el Poder Judicial. Tenemos, además, el muy relevante papel del llamado Cuarto Poder que corresponde a la prensa crítica y contestataria, un elemento de balance fundamental al que se debe proteger y enaltecer siempre. Esos factores de balance hoy están amenazados por la vorágine autoritaria con que se desempeña la primera magistratura. Pero en esta entrega venimos a apelar adicionalmente a la importancia de que otro contrapeso permanente y contundente lo constituya también la opinión pública, y más concretamente el actuar de una ciudadanía informada.

El llamado al que finalmente nos ceñimos y referimos es aquel que implica que los ciudadanos seamos mucho más exigentes de lo que tradicionalmente hemos sido. Solamente con una población vigilante y celosa del servicio público lograremos tener un mejor país. Se trata de salvaguardar los puntos torales en base a los cuales se elige a gobernantes, no dejando que se desvíen en aventuras o caprichos personales, y no tolerando desvíos que sean ajenos al mejor desempeño público.

Nada de que se nos diga que se toman decisiones sin estudio, evaluaciones o diagnósticos. Mayor preocupación cuando además se dice que la ciencia no sirve, y que los profesionistas son irrelevantes. Ahí se deben prender todas las alarmas porque esa toma de decisiones con esa dinámica no puede sino llevarnos a enormes derroches de recursos y oportunidades perdidas. Basta ver lo que está sucediendo en materia sanitaria para advertir que las cosas no marchan bien. Por un lado se marca al país todo en rojo, por otro se dice que cada entidad federativa decida como quiera, y como cereza en el pastel el Presidente se lanza a realizar giras. ¿Pueden ustedes imaginar mayor incongruencia, irresponsabilidad y ligereza?

Ahora se entiende en su verdadero alcance dramático que cuando el Presidente dijo que no tenía ciencia gobernar, al parecer se refería que no aplicaría el conocimiento científico y técnico durante su mandato. Y por lo visto lo está cumpliendo porque vamos caminando a ciegas y sin sustentos técnicos ni expertos en todos los campos de la tarea pública. Un Presidente todólogo, un gabinete inexistente, un coro de aplaudidores, y por si fuera poco, una pseudo-prensa a modo sentada en primera fila todos los días en las mañaneras. Simulación y encapsulamiento en un mundo alejado de la realidad y de los estudios. No se atreven a conocer o investigar. Basta la voz del líder entronado e intocable.

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Nada de ese tipo de discursos demagógicos o autoritarios podrían seguirse aceptando. La ciudadanía merece un mejor trato porque nos corresponde la revisión y aprobación última de todo lo que se hace. Ni más, ni menos. Y quien se atreva a actuar sin llegar a ese nivel de transparencia y oportunidad no puede sentirse con la irresponsabilidad de jactarse estar haciendo bien las cosas. No se puede ser excelente sin tener excelencia en los factores de decisión. Y de la mano de una prensa libre y crítica, nuestra obligación es informarnos, penetrar los datos, confirmar información, y corroborar referencias. Con esos ingredientes nos será mucho más sencillo confirmar los reales alcances de lo que se vaya a hacer o definir en cada área relevante y emitir opiniones informadas.

Por eso nos tenemos que atrever a conocer, indagar e informarnos. Menos que eso nos hace vulnerables de la mentira y la superficialidad. Cambiemos la ruta del país para robustecer las columnas de lo que es realmente importante y que trascienden las decisiones de corto plazo o de corte ideológico/electoral. De aquí en adelante entonces nada de superficialidad, pura excelencia, Sapere Aude.

P.D. 1: Caso Orizaba – este municipio nos da una verdadera esperanza de lo que se puede lograr en el sistemático mejoramiento de la calidad de los servicios públicos y por lo mismo de la calidad de vida. La fórmula es sencilla y replicable: por una parte los gobernantes tienen un diálogo permanente con empresariado y sociedad civil y, por el otro, se sanciona severamente (legal y socialmente) cualquier acto de corrupción. Con esa simple suma de tomar buenas decisiones y no robarse los recursos (además de no destruir los avances cada 3 años) se ha llegado muy lejos, y así podría suceder en todo el país si hubiera voluntad política.

P.D. 2: Misión Rescate México – este ejercicio ciudadano es muy esperanzador porque por primera vez se logró una convivencia masiva digital, pero sobre todo se generó una base de diálogo para muchísimos sectores tradicionalmente distanciados entre sí. En base a una agenda común se podrán generar mejores prácticas de referencia en políticas públicas a ser examinadas por cualquier ciudadano, y además tareas permanentes que no dependan de una sola persona, sino de la voluntad colectiva y de asignaciones a gremios como el empresarial, sindical y otros. Si a esto sumamos capacidades en gobiernos municipales y estatales, entonces tendremos una gran potencia para evitar excesos, arbitrariedades y populismo como el que lamentablemente hoy prevalece en el gobierno federal.

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Notas del editor: Juan Francisco Torres Landa es secretario general de México Unido Contra la Delincuencia y socio del despacho Hogan Lovells BSTL.

Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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