Mientras tú y yo estamos confitados en nuestros hogares a causa del COVID-19 y no sabemos cuándo saldremos a la “nueva normalidad”. Mientras millones de personas como nosotros están haciendo todo lo posible por mantenerse limpios del maldito nuevo coronavirus; con incertidumbre sobre lo que nos traerá el mañana, ansiedad sobre la economía, el empleo y otros problemas que pueden pasar por nuestra cabeza; mientras todo esto sucede, hay un negocio multimillonario que no se ha detenido, que mantiene una sangrienta guerra que no solamente no ha disminuido, sino que se ha incrementado: el reacomodo de los cárteles durante la crisis.
#ZonaLibre | Una sangrienta guerra durante la pandemia
El sonido de las balas
En redes sociales, cientos de usuarios han reportado un cruento enfrentamiento entre los cárteles del Noreste y del Golfo. No han sido eventos fortuitos, sino que llevan días sucediendo en la frontera entre Nuevo León y Tamaulipas. Se habla de decenas de muertos, sin que una sola autoridad haya dado alguna declaración sobre los hechos.
Solamente el pasado domingo 24 de mayo, dicha región norte se convirtió en un infierno y aterrorizó a los habitantes.
Denunciaron que un convoy mayor de 25 camionetas con las siglas del Cártel del Noroeste llegó al estado de Tamaulipas, a través de la carretera Peña blanca–Comales, luego, se escucharon cientos de detonaciones.
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Cuando los militares de la Octava Zona Militar con cabecera en Reynosa, Tamaulipas, llegaron al lugar de los hechos, encontraron un par de camionetas totalmente incineradas y cientos de cartuchos percutidos. Pero luego fueron escuchándose otros hallazgos, entre ellos otra camioneta calcinada a unos cuantos kilómetros, dentro de ella, el cuerpo de una persona que fue imposible de identificar. A unos cuantos kilómetros más, ente los montes, el cuerpo de un hombre acribillado, la Agencia Estatal de Investigaciones de la Fiscalía General de Justicia del Estado de Nuevo León se limitó a informar que el occiso de entre 20 y 25 años, complexión delgada, cabello corto y tez aperlada, presentaba como señas particulares un tatuaje en el hombro derecho con la palabra “Valencita”.
Anteriormente, en este espacio de #ZonaLibre hemos comentado sobre otro virus persistente en la sociedad mexicana: la violencia que promueven los grupos delincuenciales un flagelo que está siendo cada día más notorio mientras avanza el tema del encierro y el pico más alto de la pandemia.
En el Estado de Chihuahua, el cártel de “La línea” de Ciudad Juárez, había ordenado a sus sicarios salir a las calles a “patrullar” la pequeña ciudad de Jiménez, el temor se apoderó de los pobladores. En ese lugar se encontraba uno de los terratenientes del cártel más poderosos, se trata de “El mocho” quien se atrevió a atacar a la policía y quemar vehículos, todo esto para demostrar su poderío.
Sin embargo, la madrugada del pasado 25 de mayo, la policía estatal de Chihuahua, el Ejército Mexicano y la Guardia Nacional lograron la captura del narcotraficante junto a su esposa, su hermano y a “La reina del sur”, su hermana menor. Todos ellos se dedicaban a la elaboración y distribución de distintas drogas, entre ellas el cristal y heroína. Pero “El Mocho” no solo era un temido narcotraficante, sino es considerado también, el líder del “huachicoleo” del estado de Chihuahua.
Lamentablemente, un agente de la Comisión Estatal de Seguridad (CES) murió en el operativo para detenerlo.
Todo esto sucede a unos días del asesinato de "El Chino Ántrax" en Culiacán, Sinaloa, a donde regresó tras escapar de la libertad condicional que mantenía en Estados Unidos. La muerte fue confirmada el pasado 18 de mayo por la Fiscalía General de Justicia de Sinaloa.
Quien en vida tenía el nombre de Rodrigo Aréchiga le gustaba presumir en redes sociales de sus viajes, joyas, autos de lujo, dinero y armas. Se había convertido en jefe de sicarios de Ismael "el Mayo" Zambada, líder del Cártel de Sinaloa (considerado el más grande del mundo).
Algunos especialistas en seguridad como Alejandro Hope aseguran que lo mataron a causa de una revancha de sus anteriores aliados.
Un reto más grande que el COVID-19
Y estos ejemplos son solo para ilustrar lo que está sucediendo en todo el país, donde esta crisis social está creando una oportunidad para diversos grupos delincuenciales para ganar terreno y consolidarse.
El pasado 22 de mayo, el titular de la Secretaría de Seguridad Pública y Protección Ciudadana (SSPC), Alfonso Durazo, tuvo que comparecer vía remota con senadores de la República, la intención era defender el acuerdo que se publicó para que las Fuerzas Armadas continúen en las calles. Acuerdo que se publicó el 11 de mayo pasado, donde el presidente Andrés Manuel López Obrador lo asentó en el Diario Oficial de la Federación (DOF) en el que dotó de atribuciones extraordinarias de seguridad pública al Ejército y la Marina, para que actúen en respaldo de la Guardia Nacional.
El buscar “militarizar” el país por los gobiernos de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto fue una de las banderas más utilizadas por la oposición que encabezaba en ese entonces López Obrador.
Ahora, como gobierno de la República, el incendio que están propagando los cárteles y grupos delincuenciales ha provocado que se frene violentamente la postura que antes defendían. Incluso, en la medida, militares podrán continuar con tareas de seguridad hasta el 27 de marzo de 2024, prácticamente todo el resto del sexenio que encabezará AMLO.
Y aunque las miradas están aún puestas en el doctor Hugo López-Gatell y su actuar frente a la pandemia del COVID-19; quien tiene una tarea mucho más compleja es el sonorense Alfonso Durazo, quien en su misión de aplanar la curva de violencia y asesinatos en el país, tendrá que mostrar una mano mucho más dura, un trabajo más estratégico y golpes arteros contra los distintos carteles que siguen enseñoreándose de norte a sur, este a oeste del país.
Existe una muy complicada situación en las calles y los poblados, una razón más para quedarse en casa.
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