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¿Y qué pasaría si...?

¿Qué pasaría si todos dejáramos de girar en torno al presidente, si se pusieran sobre la mesa agendas más diversas?, plantea Don Porfirio Salinas.
lun 25 mayo 2020 11:50 PM
AMLO
Para nuestro columnista, el presidente López Obrador es cómodo siendo el eje de la agenda pública.

Son tiempos demasiado convulsos en México, y no por la pandemia, que solo abonó al ambiente. Por un lado, un gobierno que muy rápido dejó de ser sensible a la sociedad; por el otro, críticos acérrimos que no aceptan que México ya venía mal, por pecado u omisión de muchos de ellos.

Pero al final, todo gira en torno al presidente: lo que dice o lo que no, lo que hace y lo que no. Y eso para él es oro puro; es su droga. El reflector es totalmente suyo y lo sabe, lo aprovecha. Vive de ello.

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Y en este proceso, todos están más preocupados por criticar o por alabar según el bando. Lo que nadie parece hacer es asumir su rol y responsabilidades en lo que le pasa al país. Todos, y no solo el presidente, estamos más preocupados por la pelea y la confrontación; por ver quién “gana” a gritar.

¿Y qué pasaría dejáramos de girar en torno al presidente y sus dichos? ¿Qué pasaría si los medios de comunicación dejaran de enfocarse en la mañanera permanentemente y no la hicieran su única fuente de contenidos?

¿Qué pasaría si la cobertura fuera tan amplia para otro tipo de noticias, incluso pasando los dimes y diretes diarios presidenciales a páginas internas? ¿Si se resaltaran todas las demás noticias, sobre todo las más positivas? ¿Si se pusieran más agendas sobre la mesa?

Eso sí desencajaría al presidente. Es lo único que realmente le molesta: que alguien más tenga el reflector.

O si no, ¿qué pasaría si los medios, en lugar de lamentarse por las mañaneras, mandaran a sus mejores periodistas, los más prominentes y avezados, a cuestionar en vivo? ¿Si fueran los más preparados listos con argumentos para encarar y buscar respuestas?

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¿Y qué pasaría si los partidos políticos se tomaran su papel en serio? ¿Si dejaran de enfocarse en la revancha y la denostación? ¿Si se preocuparan por resolver de fondo sus problemas internos? ¿Si recurrieran a un urgente mea culpa y encontraran la manera de volver a conectar con la sociedad?

¿Qué pasaría si los actores políticos que perdieron en 2018 hoy reconocieran sus errores del pasado? ¿Si entendieran que ellos en gran medida construyeron lo que hoy tenemos que tanto les duele? ¿Si se preocuparan por entender el éxito social del presidente y jugaran en esa cancha?

¿Y qué pasaría si el sector empresarial dejara su postura visceral ante el presidente y pensara con la cabeza? ¿Si hiciera una introspección para entender por qué tantos empleados no quieren a sus propios patrones? ¿Si estos entendieran por qué tienen tan mala imagen pública?

¿Qué pasaría si se preocuparan por reconectar con su propia base mejorando la calidad de vida de sus colaboradores? ¿Si correspondieran a sus consumidores con productos y servicios, pero sobre todo, con atención de calidad? ¿Si se esforzaran por construir confianza y credibilidad social?

¿Y qué pasaría si los inversionistas, nacionales y extranjeros, pasaran de la mera crítica ante las acciones ilegales del actual gobierno y realmente tomaran medidas legales? ¿Si se usaran las instancias internacionales? ¿Si, por ejemplo, los extranjeros movilizaran a sus gobiernos en apoyo?

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¿Y qué pasaría si las organizaciones de la sociedad civil se profesionalizaran? ¿Si realmente construyeran agendas de la mano de la sociedad, no solo de sus pequeños círculos y cajas de resonancia? ¿Si aprendieran a ser autosostenibles y no depender de recursos públicos?

¿O qué pasaría si las iglesias y grupos religiosos dejaran solo de aleccionar, y realmente promovieran una sociedad con principios y valores, unida, solidaria, independientemente de su credo?

¿Y qué pasaría si nosotros mismos como sociedad dejáramos ya el individualismo y la simple búsqueda de beneficio personal? ¿Si desarrolláramos una verdadera solidaridad, más allá de las coyunturas de emergencia?

¿Qué pasaría si fomentáramos una cultura de respeto a quien piense diferente, una cultura de respeto a todas las diferentes formas de vida, siempre que no violen derechos de otros?

¿Qué pasaría si abriéramos ya los ojos a la desigualdad del país, a la intolerancia, al clasismo, al racismo, a la discriminación, a la pobreza, a las injusticias que todos como sociedad permitimos y, a veces, hasta impulsamos?

¿Y qué pasaría si dejáramos ya de lado la denostación diaria a los que opinan distinto? ¿Si dejamos de replicar, y profundizar, el discurso oficial de odio? ¿Si nos salimos de esa dinámica para dejar solo al presidente en ella?

¿Qué pasaría si pasamos de la mera crítica vacía y realmente nos organizamos para generar propuestas que sirvan al país? ¿Si desarrollamos la capacidad de actuar como sociedad por nuestro propio bien, independientemente de quién gobierne?

Nos falta entender que no todo es culpa del gobierno en turno, que todos tenemos gran responsabilidad, no solo en lo que hoy estamos viviendo, sino en la construcción por años de las condiciones que permitieron llegar al punto donde hoy estamos.

El presidente es un hombre muy básico, muy sencillo de entender. Pero muy listo, bastante más que todos nosotros al parecer. Él se encumbra con nuestra división, él gana con nuestra polarización, él se fortalece con nuestra apatía y desorganización.

Somos nosotros quienes hemos empoderado al presidente, todos, sus fanáticos y sus enemigos. Y todos fuimos cómplices de generar las desastrosas condiciones que lo llevaron a la presidencia.

Debemos entender que, si queremos cambiar el rumbo, al presidente no hay que confrontarlo pues se fortalece. Hay que hacerle vacío. Actuar a pesar de él. Es lo único que lo desencaja y que lo mueve: saber que no es el centro y que no dependemos de él. Solo así reacciona bien, por supervivencia.

Entonces, ¿qué pasaría si aceptamos ya que el problema no es el presidente, ni los anteriores, sino nosotros mismos? ¿Si dejamos de echarnos culpas y tomamos acción contra lo que nos corroe?

Pasaría, tal vez, que México saldría de esa eterna mediocridad a la que parecemos condenados. Pasaría, tal vez, que no estaría libre el presidente en su ruta regresiva, sino vigilado por todos.

Pasaría, tal vez, que no volveríamos a tener Peñas, ni Calderones, ni López Obradores.

Pasaría, tal vez, que lograríamos convertirnos en un país en verdadera ruta hacia el desarrollo.

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Nota del editor: Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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