Son tiempos demasiado convulsos en México, y no por la pandemia, que solo abonó al ambiente. Por un lado, un gobierno que muy rápido dejó de ser sensible a la sociedad; por el otro, críticos acérrimos que no aceptan que México ya venía mal, por pecado u omisión de muchos de ellos.
Pero al final, todo gira en torno al presidente: lo que dice o lo que no, lo que hace y lo que no. Y eso para él es oro puro; es su droga. El reflector es totalmente suyo y lo sabe, lo aprovecha. Vive de ello.