Pero esto No es todo: además, la empresa que dirige, bueno en la que ocupa la silla de director general, salió reprobada. Y es que el Consejo –integrado por los titulares de la Secretaría de Energía, Hacienda, Economía, Medio Ambiente y el director de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) y cinco consejeros independientes– evaluó el desempeño de Pemex durante el año pasado y, pues obvio, la paraestatal NO cumplió las metas de extracción y producción de gasolina y diesel, dos objetivos clave para el gobierno de la 4T en materia energética y tampoco con cumplió con otras métricas operativas en refinación y petroquímica, peeero donde la libró o pasó de panzazo como dicen, fue en las metas financieras pero esto no por capacidad propia, si no por el sobrado empuje gubernamental a sus finanzas.
¡No cabe duda que la esperanza muere al último!
Y si lo antes leído No fuera suficiente, súmele que se dieron el lujo de publicar su reporte anual ante la SEC con dos días de retraso. Obvio, reconoció la pérdida neta de 347,911 millones de pesos del 2019, con lo que en los últimos cinco ejercicios ha acumulado pérdidas por 1.7 billones de pesos.
Por lo que, me dicen mi fuentes, que Romero no sabe si culpar al COVID-19, a los árabes, al neoliberalismo o de plano a Nahle (con quien se odia) por su papelón en la OPEC.
¡A ver a quién le cae la papa caliente!
Vale, la pena resaltar por qué Octavio NO ha corrido al CFO; sí, a Alberto Velázquez, el mismo que el año pasado se aventó el macro-oso en el roadshow en NY, tipo el de la Nahle por no hablar inglés. Y como reza el refrán popular: la culpa no es del indio sino de quien lo hace compadre, pues brincó de ser subgerente a la academia y a ser director corporativo de la empresa más grande latinoamérica.