¿Por qué digo que esos talentos han empatado con las necesidades del presidente? Porque luego de dedicarse a desdeñar a los expertos por “sabelotodos”; a rechazar consideraciones técnicas por “neoliberales”; a concentrar toda la comunicación en él mismo, a batallar con los medios que no le son afines, a no admitir sus errores y fugarse al universo paralelo de los “otros datos”; a azuzar las divisiones, a instrumentalizar los agravios, a antagonizar y estigmatizar todos los días; en suma, porque luego de poco más de un año de lucrar con la erosión de la confianza pública en lugar de reconstruirla, el presidente claramente carece del tipo de liderazgo que hace falta en este momento para enfrentar la emergencia sanitaria. Por eso necesita a una figura como López-Gatell.
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El problema es que la posición en la que el propio presidente ha terminado poniendo al subsecretario es insostenible. Porque López-Gatell tiene, en ese sentido, tres mandatos simultáneos. Uno es hacer las veces del especialista a cargo. Frío, metódico, riguroso, ser la voz de la ciencia en la que se basa la política pública. Otro es desempeñarse como el vocero del gobierno ante la crisis. Ser afable, sencillo, empático, el rostro de la responsabilidad y el acompañamiento. Y el último es hacer quedar bien al presidente. Guardarle respeto y obediencia, defender a López Obrador de los embates de sus críticos y detractores, sí, pero también de su ignorancia y negligencia. La desgracia es que esos tres mandatos no se pueden cumplir al mismo tiempo, se contraponen unos a otros. Y el resultado es que el desempeño de López-Gatell, al principio tan prometedor y brillante, va deteriorándose muy rápidamente. Tropieza, se enreda, tiene que esquivar las preguntas incómodas, contesta como vocero una pregunta que era para el científico, confunde su responsabilidad frente al público con su subordinación al presidente, en fin, comienza a dar de tumbos ante la imposibilidad de satisfacer las exigencias de tres labores tan disímiles. No es falta de talento, ni tampoco de ambición, es que en este contexto la suya es una misión imposible.