Estas dos características, a pesar de las luchas que se han ganado durante el siglo pasado, no han dejado de ser la regla en el siglo XXI. En nuestro país, las luchas obreras y campesinas dieron como resultado logros trascendentales, como la jornada laboral de ocho horas, o la seguridad social. Sin embargo, las demandas de las mujeres siempre quedaron a un lado: guarderías, permisos por maternidad, no ser despedidas por estar embarazada, alto al acoso de nuestros superiores, salarios iguales por trabajo igual, trabajo desde el hogar, etc.
Estas demandas, solo son algunas de las cosas que permiten que las mujeres puedan desarrollarse libres y seguras en sus centros de trabajo, sin embargo, ni los patrones, ni el Estado ni los sindicatos han estado dispuestos a cumplirlas. Las consecuencias de no tener estas prestaciones son claras, dejar a nuestros hijos e hijas con terceros, salir tarde del trabajo, estar expuestas a ambientes laborales violentos. No es ninguna casualidad que las mujeres más violentadas sean las que tienen trabajos más precarios, como las mujeres que trabajan en las maquilas de la frontera norte de nuestro país.
Lee también: En el INE sigue habiendo “expresiones y actitudes machistas”, señala consejera
Muchas mujeres pensaron que con la llegada del actual presidente, las cosas cambiarían. Las promesas de cambiar el modelo económico, de garantizar el acceso a abortos legales y seguros, entre otras cosas, hicieron suponer que la nueva administración detendría la máquina que nos devora. No fue así.
La disminución del presupuesto destinado a programas para el beneficio de mujeres es el signo del desprecio que este gobierno tiene por nosotras. Sin estancias infantiles, muchas mujeres se quedan sin lugar donde dejar a sus hijas e hijos para poder trabajar; sin refugios para protegernos de nuestros abusadores, muchas mujeres enfrentan el feminicidio como estocada final de la violencia que viven; sin el piso presupuestal mínimo para instituciones como la Comisión Nacional para prevenir y erradicar la violencia en contra de las mujeres y instituto nacional de las mujeres, estamos ante la indefensión del Estado. Es como si quisieran que sigamos siendo la materia prima de esa máquina que nos asesina todos los días, es como si no quisieran que dejáramos de ser esta carne de cañón. El adelgazamiento de las instituciones que nos protegen, los militares en la calles y el aumento de delitos que ameritan prisión preventiva nos ponen a disposición de la máquina de muerte.