Además, en México, tu género tiene mucho que ver con la forma en la que puedes ser asesinada. Si bien mujeres y hombres han sido, desde 2007, víctimas de la epidemia de violencia armada que atraviesa el país, las mujeres siguen siendo proporcionalmente más ahorcadas o asfixiadas, golpeadas hasta morir o acuchilladas, que los hombres. Esta tendencia se repite prácticamente en todas las edades, tanto si tienes 7 como si tienes 42, es más probable que te acuchillen o te asfixien si eres mujer. Si tienes más de 12 años, es bastante más probable que mueras por culpa de un arma de fuego que de otra forma, pero si eres mujer y cumples los 65 entonces es más probable que mueras asesinada con un arma blanca o asfixiada.
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Finalmente, sabemos que las mujeres también hemos sido víctimas de la militarización que ha azotado el país. Sabemos que los incrementos mayúsculos en la tasa de homicidio de mujeres no tienen tanto que ver con lo que tradicionalmente consideramos “violencia feminicida” (asesinatos en vivienda cometidos por personas cercanas), sino con la violencia, cometida con arma de fuego en la vía pública, que mata a los hombres todos los días (como si la militarización no tuviera nada de patriarcal).
Ayer todas despertamos con la noticia de que otra mujer había sido asesinada en la Ciudad de México. Esta vez no era una mujer adulta sino una niña de solo 7 años, quien fue secuestrada al salir de la escuela. Fátima fue reportada como desaparecida el 11 de febrero y cuatro días después fue, desgraciadamente, encontrada sin vida, con signos de violación y tortura. El caso de Fátima se suma al de Ingrid y Abril, feminicidios que evidenciaron la incompetencia de las autoridades para proteger a las mujeres, y que nos llevaron a todas a preguntarnos si habremos ya tocado fondo.