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#ColumnaInvitada | La violencia en el país: la terrible humedad que nos invade

La lucha contra la violencia requiere un esfuerzo de largo aliento para resolverla, y si no se atiende con rapidez y profesionalismo las consecuencias serán incrementalmente nocivas.
vie 03 enero 2020 10:51 AM
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Juan Francisco Torres Landa R. es miembro del Comité Directivo de UNE México.

Pocas noticias tan malas como la fecha en que reconoces que en nuestra casa ha aparecido una humedad de grandes dimensiones. Y es un mal acontecer porque es algo que no puedes ignorar fácilmente, es claramente visible, la solución no es normalmente sencilla, requiere un esfuerzo de largo aliento para resolverla, y si no se atiende con rapidez y profesionalismo las consecuencias serán incrementalmente nocivas. Este padecimiento en nuestros lugares de habitación se parece mucho a lo que acontece con la violencia en el país. Me explico.

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Diagnóstico: el primer paso es que requerimos una revisión de fondo para identificar las reales razones por las cuales esa humedad apareció. El tema no es mera superficialidad porque la misma puede tener su origen en causas no evidentes, pero ciertas. Sin ese diagnóstico certero, la ruta de corrección será ineficaz o, incluso, contraproducente. Eso mismo ha sucedido en nuestro país cuando en lugar de hacer caso a los expertos respecto a los verdaderos orígenes de la violencia y sus soluciones (como es la institucionalización de las policías civiles y las fiscalías a los tres niveles de gobierno), se ha privilegiado una idea nociva, como es la de militarizar la seguridad pública y abonar a un clima de violencia generalizada.

Derrumbar: lo siguiente es que para resolver el problema de la casa-habitación que presenta la humedad es necesario derrumbar una buena parte de la construcción existente. La inercia natural del dueño es no querer entrar en grandes composturas, pero la ciencia marca que si no se va a fondo y se eliminan las partes de paredes y pisos que no han logrado contener el paso del agua, el problema no se va a corregir y las composturas temporales van a denotar su insuficiencia en tan sólo poco tiempo. Lo mismo es cierto en temas de seguridad y justicia en que, aunque duele reconocer los errores estructurales, si no se corrigen, las composturas superficiales solamente darán la apariencia de mejora, cuando en el tiempo se notará que los problemas no desaparecen porque las causas de la fuga de agua no se han corregido. Así acontece, por ejemplo, con la prohibición de drogas que mientras no se elimine genera un caudal económico que motiva a las grandes organizaciones delincuenciales a seguir buscando el enorme beneficio monetario subyacente, no preocupándoles arroyar la paz y seguridad del país.

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Impermeabilizar y reconstruir: una vez que ya se derruyeron las partes de la casa que no funcionan y que, de hecho, son contraproducentes, ahora toca la intensa labor de eliminar la fuga de origen, realizar la impermeabilización y reconstrucción respectiva. Eso quiere decir que se tienen que hacer todos los esfuerzos de fondo para que la humedad no pueda volver a franquear la construcción, se generen las barreras físicas y de precaución suficientes para que no haya posibilidad de una fácil infiltración en el futuro. De esta manera con ese diagnóstico cuidadoso de cómo establecer las nuevas estructuras se podrá dar seguridad de que las humedades no puedan volver a presentarse y que en su lugar el agua sea contenida, no pueda dañar más, y se le conduzca a una ruta controlada de salida y sanción. Justamente ese es el efecto que se debe buscar en el proceso de pacificación y órden en el país porque las nuevas estructuras deben ser de un rigor institucional, científico y operativo en que no se dependa de buenas voluntades, sino más bien de un diseño legal y científico en que se apueste a la concreción de reglas e instituciones fuertes, y no meras cualidades personales o buenas intenciones.

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Resanes y entrega final: la conclusión de la obra es tan importante como el haber iniciado todo el proceso. De nada sirve realizar las correcciones de fondo si al momento de completar todo el proceso no se concluyen todos los detalles estéticos y operativos. El que la obra sea un éxito depende en gran medida de que dé la apariencia de ser una ejecución profesional, con una gran calidad, y que, frente a cualquier revisión, se confirme que el trabajo se hizo siguiendo las mejores prácticas en la industria. Exactamente ese mismo racero es el que se requiere cuando hablamos de instituciones de seguridad y justicia, en que tanto en fondo y forma sean corporaciones de gran calado, con talla internacional, con procedimientos y porte de eficiencia, con una gran coordinación, y con cánones de excelencia. Cualquier cosa por debajo de dichos estándares pueden dar al traste con los objetivos originalmente trazados, y no importa cuántos recursos o tiempo hayamos invertido, sin la mejor ejecución y conclusión los resultados no se darán o incluso serán adversos.

Revisión periódica: no importa qué tanto tiempo y recursos hayamos invertido, las obras de alto impacto requieren una importante dosis de análisis de resultados recurrentes, dictámenes de posibles correcciones, y una serie de tareas de mantenimiento para no perder calidad con el paso del tiempo. Es tentador abandonar las obras una vez concluidas, pero la realidad es que si no se les revisa permanentemente es fácil que la calidad se erosione y se pierdan las bondades de todo lo hecho anteriormente. En nuestro país es pan de todos los días el que la clase política no sabe nada de estar pendiente de lo que se hizo antes y procurar no sacrificar los resultados por querer hacer cosas nuevas sin cuidar lo previo. Son incontables los casos de políticos que quieren poner sus sellos personales en nuevas tareas sin reparar que lo importante es consolidar instituciones y no sacrificar los esfuerzos ya consolidados de equipos previos.

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Concluyendo, es claro que en nuestra casa llamada México hemos visto cómo una muy nociva humedad llamada violencia, injusticia e impunidad ha corroído prácticamente todas las habitaciones. El efecto es ya tan claro y perverso que no hay espacio en ningún lugar donde no se estén cayendo paredes y techos enteros. Nuestra calidad de vida se ha sacrificado progresivamente a tal grado que ya no es sencillo apreciar todos los demás atributos de nuestra morada.

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Hoy toda la estructura está en riesgo porque la molestia no es solamente estética, sino que se han debilitado hasta las más importantes columnas y las estrategias hasta ahora seguidas, incluyendo visiblemente la más reciente de la Guardia Nacional, no ataca las causas de fondo y, por lo tanto, seguiremos viendo cómo la estabilidad de la edificación sigue seriamente amenazada. Tenemos ya las reglas y recetas de cómo hacer las cosas bien. Hoy, lamentablemente, nada de eso acontece y por ello no nos debe extrañar que vayamos en picada libre con un 2019 como el año más violento en la historia del país, y un 2020 que no ofrece nada mejor.

Entonces, la pregunta es si el gobierno y autoridades actuales tienen el tamaño, convicción y arrestos para ir por las correcciones que nos permitan atacar esa pestilente humedad que nos amenaza y debilita cada día. Al tiempo antes de que la casa se colapse como ya es visible en varios rincones hoy inhabitables. Es nuestra casa. Es nuestro país. Debemos exigir una labor ejemplar. Nada de encontrar excusas en el pasado. La obra es de grandes dimensiones y se tiene que realizar ya antes de que la casa se colapse por entero a nuestra vista y con nosotros dentro.

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Notas del editor:

Juan Francisco Torres Landa es socio del despacho Hogan Lovells BSTL. Experto en áreas de derecho mercantil, inversión extranjera, energía, ambiental, inmobiliario, comercio exterior, migratorio y contratos.

Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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