Ahora, el salvajismo criminal ha puesto en el centro del escenario otro rostro lleno de dolor. Es el de Adrián LeBarón, cuya hija Rhonita Miller muriera asesinada y calcinada junto con cuatro de sus hijos en la masacre en Sonora que sacudió al mundo. Como otros mexicanos agraviados hasta lo más profundo por la violencia, Adrián parece haber encontrado un motivo para salir adelante en la improbable búsqueda de la justicia.
Adrián habla con la lucidez contundente de quien ha mirado los límites de lo humano. Le ha dicho a quien quiera escucharlo que lo que busca es consuelo desde la justicia. Quiere poder ofrecerles eso a los hijos huérfanos que dejó Rhonita y a su hoy viudo, un hombre que, de acuerdo con Adrián LeBarón, duerme acurrucado en la cama, sin poder separarse de los hijos que le quedan.
Recomendamos:
amilia LeBarón pide investigación transparente para evitar 'chivos expiatorios'
Es con esa misma claridad que Adrián ha explicado que, para él, lo que ocurrió esa mañana horrenda en Sonora sólo puede explicarse desde el terror. En su peregrinar en la Ciudad de México, donde se encontró con el presidente López Obrador, Adrián ha aguantado, junto con los suyos, las infamias más repugnantes.
Ha tenido que aguantar que le digan traidor y vendepatrias. Ha tenido que aguantar que cuestionen su filiación con México, su amor por México. Y todo lo ha hecho no solo con gallardía sino con una fortaleza que de tan admirable parece hasta misteriosa.