AMLO admite que el influyentismo es el principal problema de México, pero señala que lo que debe resolverse con mayor premura es el crimen. A mi juicio, es acertado en reconocer que la decadencia que vive México es consecuencia de la falta de oportunidad y desarrollo, y plantea una política económica para resolverlo. Sus cinco ejes son (1) apoyar la economía popular, (2) fortalecer el mercado interno, (3) impulsar proyectos de desarrollo regional, (4) fomentar la participación de la iniciativa privada, y (5) aumentar el comercio exterior y la inversión extranjera.
El problema principal del libro radica en que los “cómos” que propone para contrarrestar la catástrofe neoliberal son insuficientes. Ayudarán a los pobres a ser menos pobres, pero no pavimentarán el camino hacia crear una clase media. Ello se debe a que sus propuestas no responden a su diagnóstico.
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En vez de proponer formas de romper el influyentismo, las propuestas de AMLO se centran en paliar la pobreza rural. Está tratando de resolver un “efecto”, no una “causa”. Como paliativos a la pobreza rural, el gobierno hará tandas, mejorará las tiendas Diconsa, dará apoyos pequeños a la siembra, facilitará materiales para que la gente construya sus propios caminos y mejore sus escuelas, y realizará inversiones de infraestructura pequeña (por ejemplo, un aeropuerto en Salina Cruz) en el sur del país. También se implementarán los programas sociales prioritarios que varían en su calidad.
Es decir, las propuestas que hace son justas, pero tienen una visión muy corta. La 4T tiene el capital político y social para ir al corazón de la pobreza (que hoy en día son los cinturones de pobreza urbanos), y para buscar crear una economía de negocios y agricultores medianos (una clase media). La pobreza hoy tiene un rostro urbano y femenino. En lugar de ello, tal parece que “Hacia una Economía Moral” mira primordialmente hacia lo rural.