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La Estampa | La antipatía de AMLO por la prensa crítica

Para el presidente, el periodista ideal deja de lado su voluntad inquisitiva para vestirse de creyente. La prensa “buena” apuesta por el proyecto de transformación, escribe León Krauze.
lun 04 noviembre 2019 06:00 AM
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Antipatía. El jueves pasado, en una caótica conferencia de prensa mañanera, el presidente marcó un punto de inflexión en su relación tóxica con la prensa crítica, escribe León Krauze.

En ese largo catálogo de antagonismos en el que se ha convertido la presidencia de Andrés Manuel López Obrador, pocos tan constantes como su antipatía por la prensa crítica e independiente.

López Obrador ha dicho lo que espera del periodismo: complicidad. Para el presidente, el periodista ideal deja de lado su voluntad inquisitiva para vestirse de creyente. La prensa “buena” apuesta por el proyecto de transformación; es decir, por el propio López Obrador. La prensa “mala”, en la supuesta ceguera moral que con frecuencia le atribuye el presidente, se mantiene escéptica frente al poderoso y el alcance purificador de su proyecto.

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Así, nos dice López Obrador, la prensa pierde legitimidad cuando prefiere la independencia y la duda antes que la aquiescencia y la complicidad. Difícil imaginar una interpretación más autoritaria.

El jueves pasado, en una caótica conferencia de prensa mañanera, el presidente marcó un punto de inflexión en su relación tóxica con la prensa crítica. Pero también lo hicieron los reporteros, que aprovecharon el espacio de diálogo con el presidente para cuestionarlo con impaciencia certera. Lo notable fue que, ante la justificada insistencia de la prensa, López Obrador perdió la paciencia.

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Pretendiendo dar una lección, el presidente comparó el momento con la crítica feroz de la prensa a Madero después del porfiriato. “Le muerden la mano a quien les quitó el bozal”, recordó López Obrador, citando a Gustavo A. Madero.

La comparación es lamentable: ni López Obrador es Madero ni México emerge de una dictadura ni los periodistas que lo cuestionan son una jauría. Mucho menos ha sido él quien liberó a la prensa. Ese bozal, que el presidente pretende haberle quitado ahora a la prensa, se ha ido cayendo desde hace muchos años.

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Seguramente muchos navegantes de redes sociales no tienen edad para recordarlo, pero la prensa mexicana ha trabajado arduamente para sacudirse la censura desde mucho antes de que apareciera López Obrador, y su voluntarismo mágico, en Palacio Nacional. Y el presidente lo sabe.

Él sí recuerda esos años cuando la censura era diaria e inclemente. Él sí recuerda los tiempos de Scherer en Excélsior. Ha estudiado sobre las persecuciones y las presiones… las de verdad. Y porque seguramente recuerda aquello debe saber que no fue él quien ha rescatado a los periodistas mexicanos del yugo de la censura desde el poder.

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López Obrador sabe, también, que no sería presidente sin la prensa vivaz y crítica que, ya muy libre de bozales, descubrió la Casa Blanca o la Estafa Maestra y ha seguido indagando sobre el dolor de Ayotzinapa. Es la misma que ahora no lo dejará imponer versiones sobre Culiacán. Pretender lo contrario es un acto de cinismo y, aún peor, un atentado contra el oficio periodístico y su paulatina consolidación en México, un país tan peligroso para la prensa.

El presidente haría bien en reconocer que la prensa no es el enemigo. Y la prensa hará bien en demostrarle que la voluntad crítica llegó al periodismo mexicano desde hace años. Y no se irá jamás, aunque le incomode al señor que manda.

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Nota del editor: Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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