Prácticamente, desde que se anunció el triunfo del proyecto que encabeza Andrés Manuel López Obrador se han detenido proyectos que resultarían clave para el desarrollo del país, bajo la premisa de que estos se van a sustituir por otros de menor costo, aunque con impacto similar. La realidad es que −con todo y los fastuosos anuncios que se han hecho− a la fecha no se han iniciado las obras alternativas.
Aunque la velocidad a la que se producen anuncios por parte de este gobierno hace difícil seguir el registro puntual de estos, algunos que no pasan inadvertidos en el río informativo son: en medio de la discusión por combatir el calentamiento global, este gobierno y sus funcionarios han promovido el rescate de Pemex con proyectos que parecen poco viables; al ver la forma en que el INADEM ha cambiado hasta prácticamente desaparecer queda claro que el emprendimiento y la innovación no serán prioridad este sexenio; la principal apuesta de este gobierno es la política social instrumentada a través de la creación o ampliación de un conjunto de programas sociales dirigidos a diferentes sectores de la población y a efecto de cubrir distintas necesidades. Esto por mencionar algunas acciones que se han tomado en estos primeros meses de gobierno.
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Y aunque alguien pueda no compartir la visión o la forma de actuar de este gobierno, debemos entender que lo que la mayoría de las y los mexicanos eligieron el 1 de julio de 2018 fue un cambio radical, algo que en términos electorales no es común. Cabe la posibilidad de que en aquel momento el enojo contra el gobierno saliente y la pulsante urgencia por una nueva dirección hiciera que un número importante de votantes diera poca importancia al riesgo político que traerían este tipo de decisiones, así como el impacto económico que generarían.