El hombre entró al lugar con la intención única de matar mexicanos. Apuntó el arma, un rifle de asalto diseñado para la caza de seres humanos, contra hombres, mujeres y niños que huían despavoridos. Una joven madre hispana se aventó sobre su hijo pequeño para protegerlo.
Entre la lluvia de plomo, logró salvarle la vida. Ella murió, acribillada. Al final, en una escena descrita por el jefe de policía local como “horrenda”, una veintena de seres humanos yacían en el piso, el cuerpo destrozado por el grueso calibre, su sangre inundando el piso de la tienda, un sitio habitual para mexicanos de Juárez y mexicoamericanos de El Paso: mexicanos todos. En los hospitales, decenas más trataban de recuperarse de heridas brutales, incluida una niña mexicana.